OPERACIÓN BIKINI
Actualizado: GuardarYa llegó el verano, ya llegó la fruta, y el que no se agache es un... achibiribiribí» (bis). Los centros de estética ya tienen repletas las listas de pacientes que van a hacerse una liposucción o una nueva técnica para quitarse barriga sin someterse al quirófano. Acontecen los primeros accidentes en el Paseo Marítimo a partir de las ocho de la tarde, donde las parejitas de la tercera edad chocan con los y las intrépidos e intrépidas del footing de temporada. Las primeras «fragonetas» del mercado de artesanía rondan entre el Baro y La Marea a ver desde dónde pueden asaltar a los veraneantes este año...
Todo este despliegue de medios se ha visto truncado por la horrorosa lluvia caída estos días atrás, elegidos para que la ciudad comenzara a engalanarse para la época estival. Lo que no se ha salvado ha sido el inminente levantamiento de los míticos chiringuitos playeros al son del mojito y la cervecita de mediodía, con bronca incluida.
Pero más allá de eso, comienza una época que también es mentirosa, superficial y llena de tópicos, donde por narices nos lo tenemos que pasar bien, donde a la fuerza tenemos que estar de vacaciones, y donde la felicidad se mide por el grado de morenazo que tengas en ese momento.
A todos nos tiene que gustar el verano, y más porque es la época donde baja el paro en nuestra ciudad. Pero cuando algo se vuelve tan obsesivo como el afán de Nerón por mejorar Roma al precio que sea, pierde la magia, la chispa, la humanidad, lo natural... Prefiero mil veces bajar a la playa y ver a una abuela cubierta de crema factor 50 con su batola lila de florecitas mojándose los pies en la orilla de vez en cuando y diciéndole a su nieta «niñaaa, hasta la cintura ehh, hasta la cintura»; que cien cuerpos Danone venidos del Body Factory con gafas de sol y esclava de oro en la muñeca pavoneándose por la arena pensando «mira que me mira tol mundo de lo bueno que estoy». Operación abierta, señores, abran sus carteras.