Vecinos de Fukushima recogen los pocos enseres que se pudieron salvar tras el paso del tsunami entre las ruinas de sus casas. :: PABLO M. DÍEZ
MUNDO

Cerrada la zona muerta de Fukushima

El Gobierno nipón prohíbe el acceso a los vecinos que desafiaban la alta radiactividad para recoger sus enseres entre las ruinas de sus casas

TOKIO. Actualizado: Guardar
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El Gobierno japonés decidió por fin cerrar ayer la zona muerta de Fukushima, el perímetro de veinte kilómetros evacuado alrededor de la siniestrada central nuclear. Aunque la mayoría de sus 80.000 vecinos fueron desalojados en los días posteriores al tsunami del pasado 11 de marzo, que dañó la planta atómica y provocó fugas radiactivas, la policía permitía hasta ahora el acceso a los vecinos que entraban a recoger sus pertenencias entre las ruinas de sus casas.

Además, unas sesenta familias seguían viviendo en los alrededores de la central, pero debían marcharse antes de la medianoche de ayer (cinco de la tarde, hora peninsular española), cuando entró en vigor la Ley Básica de Contramedidas en caso de Desastre. Esta normativa prevé multas de hasta 100.000 yenes (834 euros) para quien entre en la zona prohibida. «La central no está estable. Pedimos a los residentes que no accedan al lugar porque hay un riesgo enorme para su seguridad», justificó el portavoz del Ejecutivo nipón, Yukio Edano.

El objetivo de esta medida consiste en evitar que los vecinos se expongan a la alta radiactividad que escapa de la cercana central atómica, donde los trabajadores siguen luchando por enfriar sus reactores. Para aquellos que quieran regresar a sus hogares en busca de sus enseres, las autoridades organizarán breves visitas en autobús que no durarán más de dos horas. Solo podrá acceder a la zona muerta de Fukushima un miembro por familia y, al término del recorrido, deberá someterse a la prueba de la radiación.

El ejemplo de Chernóbil

De esta forma, el Gobierno de Tokio sigue el ejemplo de la zona muerta de Chernóbil, donde el Ejecutivo ucraniano no permite el acceso en un radio de treinta kilómetros alrededor de la central nuclear, escenario en 1986 del peor accidente atómico de la historia.

Debido a las constantes fugas de Fukushima, que durarán hasta finales de año, las autoridades japonesas también han ordenado la evacuación de cinco localidades más allá de los veinte kilómetros desalojados, como Iitate y Minamisoma, porque sus niveles de radiactividad superan los límites y su exposición prolongada supone un riesgo para la salud.

El pasado viernes, este diario consiguió entrar en la zona muerta de Fukushima. Provisto de un traje especial de protección, botas de plástico, máscara y gafas, este corresponsal llegó hasta Futaba, a siete kilómetros de la planta atómica. En medio de un paisaje apocalíptico de casas derruidas, barcos varados, montañas de escombros, carreteras resquebrajadas, postes de electricidad caídos, perros abandonados y puentes derrumbados, algunos vecinos como Kazuyuki Suenaga recogían sus pertenencias entre las ruinas de su hogar, desplazado setecientos metros por las olas gigantes.

Consciente de que el Gobierno nipón podría sellar para siempre la zona, Kazuyuki Suenaga se había jugado el tipo para rescatar a su gato y salvar sus más valiosos enseres y preciados recuerdos de su familia.