Devoción y pasión en el Miércoles Santo
La climatología permitió que las seis cofradías lucieran lo mejor de su repertorio en una jornada esperada e inolvidable
Jerez Actualizado: GuardarEl tiempo lo permitió, y Jerez, ansiosa de cofradías, lo agradeció. Por muchos motivos además. No sólo por lo que ofrece el Miércoles Santo, que es mucho, sino también por lo que se había perdido la ciudad el día anterior a causa de la lluvia. Y lo que presumiblemente puede perderse mañana por los mismos motivos. El Martes Santo siempre ha sido un punto de inflexión, un punto y seguido que incendia la ciudad con aromas de incienso y rosas, y que permite a los cofrades prepararse para encontrarse, cara a cara, con imágenes tan duras como el Prendimiento o la Amargura, señores de una jornada que gracias a las nuevas cofradías se ha convertido en la más completa.
Pues no hubo Martes Santo, y eso se notó y mucho en los palcos, en las calles, en los rincones de una ciudad que está todavía intoxicada de un pregón que ha resultado más premonitorio que nunca. Jerez es una ciudad encantada, un rincón del sur donde los elementos se confabulan para que todo salga como quieren los cofrades. Así, las hermandades se esmeraron en que todo saliera correcto, y así fue. Lo primero porque fueron responsables, y no se amedrentaron por los partes meteorológicos matinales. Si las corporaciones hubieran hecho caso de lo que les anunciaban las previsiones por la mañana, habrían decidido no salir casi con total seguridad, pero poco a poco el día fue abriendo, y de qué manera.
Un fuerte viento fue el único impedimento que encontraron las hermandades para realizar su estación de penitencia, ya que el cielo pintó azules parecidos a los del palio de la Amargura hasta bien entrada la noche. Una tarde preciosa, algo fría, pero apacible para ver las seis hermandades que hicieron su estación de penitencia a la Santa Iglesia Catedral en la jornada del Miércoles Santo, el ecuador de la Semana Mayor jerezana.
Esperaron y acertaron. Pero la valiente, la que se echó a la calle, la que arriesgó por sacar a su Cristo a las calles de la Granja, fue el Soberano Poder. Un ejemplo de cofradía pese a su juventud, una demostración única de compromiso, calidad humana y cristiana repartida a partes iguales. La cofradía salió puntual, y repasó los horarios e itinerarios una y mil veces antes de hacerlo. Este año tenían casi medio kilómetro menos de recorrido, pero da la sensación de que si al Soberano le pusieran cinco horas más en la calle, la aceptarían encantados. Son hermandad de barrio, son hermandad de fiesta. Son una hermandad sevillana en su concepto más amplio de la palabra, y lo asumen con gusto y sin complejos.
De hecho, incluso en los andares buscan innovar, en un mundo en el que todo está inventado. Cuando todos van copiando los andares de los mismos, el repertorio de cambios de la gente del Soberano Poder es efectista y atronador, con izquierdos poderosos y seguidos, con pasos largos que juegan con mecidas suaves, pero siempre pudientes, siempre mandando, siempre dominando. Y la cofradía, sabedora del tesoro que tiene, no sólo se lo consiente sino que se lo exige, consiguiendo una unidad que se palpa luego cuando la corporación se echa a la calle.
Cofradías de diseño
Son hermandades creadas a golpe de talonario e ilusión, de ferias y de zambombas, de creativos y currantes. Hermandades que se han hecho a sí mismas, sin mirar a demasiados espejos. Así nació por ejemplo el Consuelo, la de los niños del Pelirón. Querían ser cofradía seria en un mundo de frivolidades, cofradía de negro pero con música, cofradía de conceptos y cánones clásicos en un mundo de modernismos. Y a las pruebas pueden remitirse los de Mateo López, que lo han conseguido.
La hermandad del Consuelo es cofradía de las de siempre, de las que se conocen más en otros lugares de la región que en nuestra ciudad. Y quizá por eso son todavía unos incomprendidos. Y quizá ni ellos quieran que les comprendan, sino que prefieran ser esos locos del Pelirón, los elitistas. Y claro, las élites, generan envidia. Porque el cortejo del Pelirón es para envidiar. Es corto, sí. Pero qué cortejo más elegante, más bien formado, más homogéneo. Saben lo que quieren, y lo hacen con una facilidad que han intentado copiar otras cofradías, sin el éxito de la del miércoles Santo, por cierto. Nazarenos serios, rigurosos, hieráticos. Se mueven para darte una estampa como quien te da una mala noticia, sin alegría, pero con humildad. Van juntos, van pegados los unos a otros. Van formando un bloque que da luz a la Virgen del Consuelo, que ni necesitaría de ciriales ya que no existen los cortes en esta corporación.
Un lujo que el Miércoles Santo, harto de cofradías, igual no sabe valorar. De hecho, incluso la cofradía de Santa Marta, con más de cinco décadas de historia, pasa por este mismo trance. Es cierto que los vaivenes que ha sufrido la corporación no le han ayudado lo más mínimo. El cambio de sede canónica, el cambio de repertorio musical, el cambio de estilo, el cambio de todo. Han modificado todo, en ocasiones sin éxito, en otras sin paciencia. Pero llevan años buscando un sello que van poco a poco encontrando, y mal harían en salirse ahora de la senda trazada. Tienen dos capataces solventes, Jesús Sánchez Lineros y Jaime Gutiérrez Bustillo. Dos cuadrillas que andan bien, muy bien de hecho. Y un repertorio musical de infarto, con una banda municipal de Rota que cada año que pasa suena más y mejor, y con una selección de marchas inmejorable. Todas adaptadas a este corte serio, que no fúnebre, que la cofradía pretende. Ojalá la banda de Ubrique consiga afianzarse de la misma manera en el paso de misterio, sería buena señal para ellos.
Las Tres Caídas
Como sería buena señal que el acompañamiento del Señor Caído fuera descendiendo, si el cortejo va aumentando. Esa es la sensación que ha dado este año la cofradía que preside Francisco Bazán, aunque también puede haber ayudado la disposición de los nazarenos cuando entraron en la Carrera Oficial. Muy al estilo del Consuelo, los hermanos de fila de la cofradía se unieron, formando un cortejo de luz inigualable que antecedía al Señor Caído, que de la mano de Ángel Rodríguez Aguilocho ha recuperado un andar largo racheado, unas levantás a pulso eternas y un compás vivo y alegre. Todo para favorecer que las miradas se centren en el Señor de las Tres Caídas, un ejemplo de devoción y fe. Y de la misma manera, Tomás Sampalo confirmó que no hay paso de palio de negro que ande como los Dolores, que levante como ella. Absolutamente espectacular el trabajo del costalero del palio de la cofradía.
Dos cofradías quedaban por llegar a la Catedral, dos mundos tan similares y tan opuestos a la vez que sería imposible hablar de ellos por separado. Prendimiento y Amargura son el broche de oro al Miércoles Santo. El día y la noche, la sombra y la luz. Uno es barrio puro, duende, tronío, compás. Otro es elegancia, finura, delicadeza, ternura. El Prendimiento rompe cada esquina por la que pasa, va poniendo banderas por los rincones. La Amargura regala suspiros, oraciones calladas, versos interminables. Son dos conceptos tan opuestos, que no se entendería el uno sin el otro.
Por eso, el Miércoles Santo terminó, como termina siempre, en la plaza de las Angustias, con un público entregado a la Madre de Dios paseando bajo un palio de celestes imposibles, envueltas en rosas y alhelíes. Termina ahí, a menos que sientas que los pulsos te laten, y que necesitas ver a Nuestro Padre Jesús del Prendimiento cogiendo por la Tornería, buscando la plaza Rafael Rivero, donde mil saetas rasgarán la noche del recién estrenado Jueves Santo.
Así termina siempre el ecuador de la Semana Santa. Termina en el manto del Desamparo perdiéndose en la Porvera. Termina muriendo en Santiago, donde el pueblo impedirá que el Prendimiento se recoja a su hora. Nunca se recogerá a su hora, porque no debería haber hora para que el Prendimiento llegará jamás a casa.