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CUÁNTO TE ECHO DE MENOS...

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Escribo esto a escasas horas de enfundarme un traje negro, que me llevará a situarme tras el paso de la Sagrada Cena, en un lugar ajeno a mis años, a mis recuerdos, a mis emociones. Salgo de una cuadrilla que ha sido y será siempre parte de mi vida, y a la que, quién sabe, igual un día regrese. Si es que alguna vez me he ido de ella... La vida, a veces caprichosa, te lleva por caminos que no son lo tuyos. No conocemos los caminos de la Virgen, suelo decir... Y mucho menos, conocemos los caminos del Señor.

En mi cuarto descansan, con el mismo ritual de siempre, mi molía, mi faja y mi cinturón, testigos de una vida de costalero que ayer escribió un punto y seguido. Quedarán otros pasos, mil historias más por contar. Pero no quedará la Cena, la cuadrilla del caminar de ensueño, la que me enseñó a amar al Señor, a respetarlo, a admirarlo. La cuadrilla que sin pretenderlo, y gracias a las dificultades que me puso al entrar, me enseñó que ser costalero de la Cena no era cualquier cosa. Ser costalero de la Cena es una actitud ante la vida, una forma de entender las relaciones humanas basada en el respeto, la disciplina, la amistad, el cariño y la comprensión.

Ayer acabó mi historia. La que escribí, lo mejor que pude, con mi voz ronca pero firme, emocionada pero segura. Siempre quedaré orando al Padre, reo de una muerte que en Pozuelos y Letrados me enamoró para siempre, cautivo de un Alma de Dios entre naranjos de San Marcos, cantando una saeta en el Gallo Azul sin que se escuchara más que el quejío de una trompeta. Atrás quedarán los cristos de bronce en la Tornería y tantas otras marchas que me dejaron marcados para siempre.

Atrás quedó la Cena, porque atrás voy yo ahora. Y quería decirte a ti, costalero de la Cena, que valores el tesoro que tienes. Porque nunca sabes cuándo lo podrás perder, ni los motivos que te empujarán a ello. Ojalá sepa estar a la altura de la cuadrilla de la Cena. Los del caminar de ensueño... Cuánto te echo de menos, Señor... Cuánto te eché ayer de menos...