EL HOMBRE SIN TELE
La desesperanza y la ilusión dan la vuelta al mundo con principio y fin en las Puertas de Tierra
Actualizado: GuardarDe la desesperanza a la utopía se puede ir por un camino imaginario que comienza y termina junto a las Puertas de Tierra tras pasar por Madrid y Pekín. El que haya atendido a los medios estos últimos días tuvo que comenzar la semana recogiendo los palos que le quedan al sombrajo de la condición humana de por aquí y de por ahora. Estaban regados alrededor de la Audiencia Provincial de la Cuesta de las Calesas. El sinsentido del derroche crónico de la atención, el tiempo y el dinero elevado a la enésima impotencia. Varios de los personajes que alimentan el ocio de los que han decidido matarse, en vida, con una sobredosis de pantalla plana protagonizaron el interminable esperpento. A beneficio de todos esos directivos y mandos intermedios que han decidido convertir el periodismo y el entretenimiento en barraca de feria sin más argumento que sus cuentas corrientes. Decenas de ridículos superprofesionales que dicen ganarse la vida mientras pierden dignidad a chorros. Y un público ocioso, acomodado, que ha olvidado que puede elegir lo que ve, incluso no ver, con un gratuito y cómodo gesto de su voluntad. Un asco integral que todos alimentamos incluso al criticarlo. La certeza de que esos zombies catódicos son mayoría es la única explicación para que los que manejan las entidades financieras y las empresas hayan decidido vacilar a todo el mundo en una exhibición impúdica, con balcones a la calle. El 'Campanariogate' demuestra, entre otras mil cosas, que no somos islandeses, así que los que manejan las empresitas, las grandes corporaciones, las cajas y los bancos pueden mear desde sus balcones sobre nuestras cabezas y decir entre risas que está lloviendo. Saben que mientras encontramos el mando, cambiamos de canal, nos rascamos una cacha del culo, la otra, nos levantamos, nos lavamos la cara, nos cambiamos y nos cabreamos, habrán pasado muchos años, suficientes para volver a forrarse con contratos basura y créditos a bajo interés tras haberse forrado con despidos a mansalva y préstamos de alta rentabilidad.
Esa hipnosis es la única explicación a la inacción con la que aceptamos la provocación explícita. Como muestra el obligatorio documental 'Inside job', Oscar en su categoría, la situación económica mundial es premeditada y, obvio, rentable para los que la causaron que, además, ya tienen planificada la presunta salida, la supuesta recuperación y la subsiguiente recaída. En todos esos pasos, los del taco verán cómo les crece y los asalariados perderán derechos, sueño y nóminas.
De otra forma, es imposible explicar que Telefónica, con millonarios beneficios cada año, anuncie miles de bajas -pactadas, prejubiladas, a costa de terceros e impositores- y en 24 horas presente un plan de incentivos que repartirá 450 millones de euros entre sus famélicos directivos. Cualquier podría imaginar la reacción pública ante semejante coincidencia. Nadie se sorprende ante el asco que produce la vacilada. Es decir, sabían lo que pasaría. Un revuelo. Y pasan. Porque saben lo que viene después del pataleo en internet (como con los vuelos de los eurodiputados). Viene nada.
En esta misma semana, ZPM (Zapatero, Mandatario) mendigaba fondos para nuestras cajas. Son esas entidades que, durante años, han estado en manos de curas, concejales y presidentes de diputaciones para presentar una gestión que mezcla el derroche y el desastre. Esos chinos de los que tanto desconfiamos son la esperanza para nuestra chapuza. Al mismo tiempo, el Banco de España anunciaba que vigilará a partir de ahora los sueldos de los directivos de estas entidades. En algunos casos (Caja Granada) crecieron un 44% el pasado año. Debieron bordarlo. Los demás, en el paro, en camino o como funcionarios recortados. A ellos «van a empezar a vigilarles».
Pero como un suero para un deshidratado por vómito, aparece Lula da Silva, de nuevo junto a las Puertas de Tierra, a cien metros de donde 'La Campa'. Y dice que la gente necesita leyes, política, organizarse, pelear, porque los poderosos ya tienen su dinero. Y muestra con su ejemplo que es posible hacer algo por algunos. Un exsindicalista sin estudios ni rancio abolengo, solo con ideales y palabras. Un usurpador del poder de la gente de bien, un acomodado, un rojo de mierda, según el ideario de la derecha española. Uno, en suma, que apagó la tele y se levantó.