Un rebelde libio se sienta en la carretera, mientras un compañero sujeta un lanzagranadas en Ajdabiya. :: AP
MUNDO

Lluvia de misiles sobre Misrata

La ciudad libia fue castigada ayer con los temibles Grad soviéticos, que dejaron tres muertos civiles

EL CAIRO. Actualizado: Guardar
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«Es una cuestión de vida o muerte. La gente está muy asustada. La masacre que se evitó en Bengasi puede fácilmente pasar aquí». La llamada de socorro de Mohammed Alí, miembro del Consejo rebelde, era una de tantas que ayer mostraban la desesperación de Misrata ante la renovada embestida militar que las tropas de Gadafi lanzaban contra esta ciudad, la única del oeste que aún no han conquistado, y sobre la que el viernes descerrajaban una mortífera salva de bombas de racimo.

La agresión con los proyectiles MAT-120 de 120 milímetros y fabricación española era ayer inspeccionada por Human Rights Watch (HRW), que certificaban el disparo de tres de esos artefactos sobre el vecindario de el-Shawahda y otro a 300 metros de un hospital. La organización ha tachado de «espantoso» el uso de ese armamento debido a su poder de destrucción en directo y a la de su submunición, compuesta por decenas de explosivos que quedan diseminados por el terreno, listos para reventar al menor contacto.

El portavoz de los sublevados, Abu Abdelbasset, aseguraba también que, ayer por la mañana, la localidad era castigada con un centenar de cohetes Grad, iguales a los primeros cien que un día atrás ya acabaron con la vida de ocho personas que hacían fila para conseguir pan. Los muertos contados por los rebeldes fueron al menos tres en ese último ataque, que tuvo como objetivo una zona industrial próxima al puerto, cordón umbilical de esta urbe, donde hasta 10.000 libios se hacinan en espera de ser evacuados por mar.

Misrata, la segunda mayor población de Libia con 300.000 habitantes, es clave en el acceso a Trípoli y se ha convertido en emblema de las limitaciones de la campaña aérea de la OTAN. La petición de que la Alianza intensifique sus operaciones de inmediato para intentar todavía impedir una matanza que muchos dan por segura, era ayer un clamor. «Definitivamente, se ha dejado sola a la gente y nadie está ayudando», lamentaba un voluntario egipcio desde el hospital de la ciudad, donde los médicos denunciaban que el 80% de los muertos y heridos recibidos son civiles y que muchos de los pacientes han sido víctimas del disparo de armamento pesado.

«Están destruyendo todo»

Que la amenaza para los libios no desaparecerá mientras el coronel permanezca al mando del poder es algo que ya han constatado en un artículo conjunto los dirigentes de EE UU, Francia y Reino Unido. Pero mientras la diplomacia sigue su curso, la alerta en Misrata cobra tintes trágicos. Si la letalidad de las bombas de racimo es «indiscriminada» y su uso está prohibido en zonas densamente pobladas por más de cien países, la capacidad de matar de los Grad soviéticos empleados por Gadafi es temible.

Su sistema de lanzamiento permite proyectar decenas a la vez con una escasa precisión, lo que aumenta el riesgo para los civiles. «Están disparando a todos los edificios y las casas. Están destruyendo todo», explicaba un vecino del barrio de Qasr Ahmed a la BBC. «Gadafi está cazando a su propia gente. Está tratando de concentrar el bombardeo donde hay mayores grupos de gente», señalaba un voluntario a la misma cadena desde un hospital.

El portavoz del Gobierno libio, Moussa Ibrahim, se limitó a negar el uso de las bombas de racimo. «Les reto a que lo prueben», desafió. En alusión a los inspectores de las organizaciones humanitarias añadió que «la evidencia del uso de esas bombas permanecería por días y semanas, y sabemos que la comunidad internacional vendrá en masa a nuestro país pronto. Entonces no podemos hacerlo, no podemos hacer nada que pudiera incriminarnos incluso si fuéramos criminales».

La batalla era ayer también intensa en el frente de Ajdabiya y, treinta kilómetros al oeste, en las afueras del lado oriental de Brega, que los rebeldes conseguían ayer alcanzar de nuevo después de cuatro días de bombardeos de los aviones aliados contra las posiciones del régimen de Gadafi.