Antonio Porta, María Antolina, y la pequeña María Josefa, se abrazaron por fin a sus seres queridos en el aeropuerto jerezano. :: J.C. CORCHADO
regreso de antonio porta

«Temí que no saldría de Honduras, pero he logrado cumplir mi sueño»

Antonio Porta, el chipionero retenido en el país latino durante diecinueve meses, regresa a casa con su esposa e hija

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El hecho de que la realidad supera a la ficción no es una frase hecha ni una expresión infundada. Y si no, que se lo pregunten a Antonio Porta. Poco podía imaginar este chipionero de 40 años el tremendo periplo que iba a vivir cuando sentado frente al ordenador de su casa, la imagen de una chica hondureña en el monitor le hizo volar miles de mariposas en el estómago.

De la seguridad de su habitación pasó en apenas unos meses a estar refugiado en una aldea, a salvo de las pistolas de los sicarios y de los ladrones que matan a sueldo en un país donde la vida no vale nada. Su abogado, Marco Tulio Amaya, había sido asesinado a tiros cuando viajaba en su coche con otro cliente. Toni no se lo pensó dos veces y se trasladó con su mujer y su hija a El Manantial, una pequeña población de Tegucigalpa. Allí ha sobrevivido con una pensión por minusvalía de 600 euros, sin trabajo, a miles de kilómetros de su familia y con un enredo judicial del que parecía que nunca iba a salir.

Así ha pasado Antonio Porta los últimos 19 meses de su vida. A merced de la justicia hondureña por romper la luna de un vehículo policial y acusado de participar en los disturbios del golpe de estado que se produjo en el verano de 2009. Algo que él siempre ha negado. El único delito del chipionero fue enamorarse de una hondureña y cometer la imprudencia de viajar a un país en plena crisis política. Todo para conocer a ese amor que surgió en internet y luchar por un sueño que hoy es una realidad con nombre y apellidos: María Josefa Porta Martínez. La pequeña, de apenas cinco meses, fue el centro de atención de toda la familia Porta cuando el miércoles por la noche acudió al completo a recibir a Toni en el aeropuerto de Jerez, que por fin aterrizó en suelo español para descanso de sus hermanos, sus sobrinos, pero sobre todo de su madre, Josefa. Han sido muchos meses de lucha y desvelos para conseguir que el pequeño de la familia regrese sano y salvo a su pueblo. «Claro que temí por mi vida. Mataron a mi abogado y me asusté tanto que me fui de Tegucigalpa. Pero ha merecido la pena». Hasta hace un mes, Antonio ha tenido prohibido abandonar el país, pese a que el nuevo presidente, Porfirio Lobo, decretó la amnistía para los implicados en el golpe hace más de un año. La justicia hondureña le retiró los cargos de sedición, pero no los de daños agravados, de los que fue acusado por la presunta rotura de un cristal durante una manifestación a favor del presidente depuesto, Manuel Zelaya, en la que Toni, que solo llevaba dos días en Honduras, se vio envuelto porque se alojaba en el hotel anexo a la embajada de Brasil, donde estaba refugiado el dirigente político. Fue detenido, sometido a un juicio rápido, condenado y encarcelado durante un mes. «Eso fue lo peor. La de un país tercermundista es horrible. Suciedad, con miles de personas hacinadas, muy poca comida...».

Amor en la distancia

Tras su salida llegó la boda, el embarazo de María Antolina y el nacimiento de la pequeña María Josefa. Acontecimientos que su madre y sus hermanos han vivido en la distancia, a través de fotografías y por teléfono. Doscientos euros ha costado superar este último obstáculo. Un dinero que ha salido de los escasos ingresos de su madre, como el pago del pasaporte de la pequeña María Josefa y los 2.500 euros de los billetes de avión. «Prácticamente nadie nos ha ayudado». De hecho, el caso de Toni ha tenido una nula repercusión en su pueblo natal. «No hay mal que por bien no venga. Fui para pasar un mes, pero ese tiempo no era suficiente para conocerla, ni para conocer a su familia. Y al final hemos tenido tiempo de casarnos, y tenemos nuestra primera hija».

Los escasos usuarios que a las once de la noche se encontraban en el aeropuerto asistieron con estupor al enorme revuelo que formó la familia Porta. Los nervios solo se calmaron cuando Toni y María Antolina, con la pequeña en brazos, aparecieron tras las compuertas de la salida de la terminal. Y es que tal como la propia estancia en Honduras, el viaje ha sido una agonía hasta el final. Su familia lo esperaba el martes por la tarde, pero un error en uno de los vuelos le hizo perder un día. Ahora está dispuesto a comenzer una nueva vida. Ese avión no lo va a perder.