MILENIO

REFLEJO DE LA LIGA

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Debería prohibirse 'ad aeternum' esa penosa tendencia que tienen los líderes políticos y sus coros de animación de arremeter contra los familiares y personas cercanas de los adversarios. Porque este barrizal deslizante que es actualmente la cancha política, incluidos sus olores fétidos, hay que terminar con él si queremos dignificar definitivamente el debate político. Aunque dudamos de que ello suceda.

Sucede, en no pocos casos, que el mariachi de turno que irrumpe en la escena política para insultar a todo aquel que se mueva a su alrededor, si se le arrebata su capacidad tabernaria de insultar constantemente a los adversarios, no le sirve a la sociedad ni para regar las calles tras una noche de excesos etílicos. Hemos vivido en tiempos no lejanos situaciones semejantes. Lo precisó un allegado al "aparato" sentimental de un partido político obligado por necesidad puntual para ejercer de ayuda bisagra a los socialistas en aquel caso concreto. No es poesía ni leyenda sino realidad pura y dura. Los andaluces se ahorraron, in extremis, un adelantamiento de las elecciones. La actual política andaluza es un reflejo del cansino Campeonato Nacional de Liga en el que sólo puede vencer el Real Madrid patrio o el Barcelona de los españoles dubitativos entre mantener su nacionalidad hispana, por lo que pueda venir en un futuro cercano, o romper la baraja y estrenar la condición jurídica de catalanes. Es decir, socialistas andaluces cabreados con ellos mismos o populares indignados de las ocho provincias contra el mundo. Situaciones que limitan en exceso la emoción competitiva, por no decir que la estrangula.

Se podría añadir, sin ofender a nadie, que el ensimismamiento tan extendido entre los partidos políticos es como una adormidera, con sus recelos permanente de todo lo exterior y manías persecutorias permanentes. Se sienten desnudos en el exterior de una sociedad que tampoco están tan pendientes como ellos mismos sospechan. Hay de todo, pues. Considerando que perdimos la virginidad política en dos momentos históricos diferentes: la muerte del general y la entrada en la OTAN, tampoco nos ha ido tan mal como algunos irredentos contra la democracia pensaban. Confiemos en que entremos en una nueva era histórica con menos recelos ante la democracia. Se trata de apostar por la vida, sencillamente, y borrar aquellos años pretendidamente imperiales.