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El arresto de Mubarak culmina la revolución
El expresidente egipcio y sus dos hijos han sido detenidos por corrupción y violencia contra los manifestantes
RABAT. Actualizado: Guardar«La revolución le ha dado a Mubarak lo que él negó a los egipcios: la posibilidad de un juicio justo», sentencia por teléfono Alaa al-Aswany con una mezcla de orgullo, alegría y satisfacción por el deber cumplido. El sentimiento del reputado escritor cairota es el de millones de egipcios que ayer recibieron con sorpresa la noticia más importante de la revolución del 25 de enero desde la caída de Hosni Mubarak: el expresidente y sus dos hijos eran detenidos ayer por orden del fiscal general por presuntos delitos de corrupción y uso de la violencia contra los manifestantes. Treinta años de injusticia se sentarán ahora en el banquillo.
El dictador, que permanece ingresado en el hospital internacional de Sharm el-Sheij y su estado de salud es «inestable» después de sufrir una crisis cardiaca el martes, se encuentra bajo arresto en el centro médico, pero sus hijos, Gamal -que hasta hace pocos meses se vislumbraba como posible sucesor de su padre- y Alaa, durmieron anoche en la prisión de Tora, a las afueras de El Cairo. La orden de detención es por quince días, pero podría extenderse tal y como les ha sucedido a otros miembros del antiguo régimen que ahora comparten techo con los Mubarak, como el exprimer ministro, Ahmed Nazif, o el antiguo ministro de Interior, Habib el-Adly. El martes también fue arrestado el exportavoz parlamentario y número dos del Partido Nacional Democrático (PND), Fathi Surur. «La prisión de Tora se ha convertido en el nuevo cuartel general del PND», bromeaban ayer los jóvenes de la revolución en Twitter.
Suzanne Mubarak, la esposa del exmandatario, fue interrogada también ayer en un edificio oficial, según dijeron varias fuentes a la versión digital del diario 'Al-Ahram'. A la antigua primera dama se le acusa de especulación ilegal relacionada con supuestas cuentas secretas ligadas a la Biblioteca de Alejandría y de desviar fondos de varios eventos culturales.
El antiguo jefe de Estado, que en mayo cumplirá 83 años, fue derrocado el pasado 11 de febrero tras dieciocho días de manifestaciones masivas en las que murieron casi setecientos egipcios. El consejo supremo de las Fuerzas Armadas se hizo entonces con el control del país para liderar una transición democrática. Pero la revolución no se apagó el 12 de febrero, y los manifestantes han seguido saliendo a la calle de forma periódica desde entonces para pedir al Ejército que acelere las reformas. El pasado viernes, cientos de miles de personas, muchos enfurecidos por ver que ya habían pasado más de dos meses desde la caída del dictador y aún seguía sin ser juzgado, volvieron a llenar la plaza Tahrir en el conocido como 'día de la purga'.
Gran noticia
«Se ha dudado en algunos momentos del Ejército, pero la gran noticia de hoy (por ayer) nos demuestra que debemos confiar en las Fuerzas Armadas porque son fieles a la revolución», aseguraba Al-Aswany, que es, además, uno de los fundadores del movimiento prodemocrático Kefaya. Para el autor y activista, el Ejército «ha demostrado que no ha cedido ante las presiones de algunos países árabes y de la Administración estadounidense. Esto prueba que ahora vivimos en un Egipto independiente y que nuestra revolución es civilizada ya que, mientras que otros dictadores caídos en desgracia en el mundo árabe fueron asesinados, en Egipto la gente busca un juicio justo».
Mubarak se unirá al reducidísimo grupo de autócratas juzgados en su propio país y, «si se excluye el caso de Sadam Hussein, que fue sentenciado durante la invasión norteamericana de Irak, es el primer dictador árabe juzgado por su pueblo», manifestaba el politólogo Mustafa Kamel el-Sayed.