La obra de Joan Miró (1893-1983) 'Cabeza de campesino catalán'. :: EFE
cultura

La Tate Modern muestra al Miró sensible a las tragedias de su época

La exposición, que recoge 150 obras del surrealista artista, lleva por título 'La escalera de la Evasión' y podrá verse hasta el 11 de septiembre

LONDRES. Actualizado: Guardar
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La galería Tate Modern acoge a partir de mañana una exposición dedicada a Joan Miró (1893-1983), el más abstracto y puro de los surrealistas, a quien muestra no solo como un continuo experimentador sino también como un hombre sensible a la tragedia de la guerra civil y la dictadura españolas.

La muestra, que ha sido co-organizada por la Fundación Joan Miró, de Barcelona, adonde viajará después de Londres, lleva el título de una de sus obras más emblemáticas, 'La Escalera de la Evasión'.

A diferencia de la obra de muchos surrealistas, cuya retórica parece haber envejecido, la de Miró resulta, a la vista de las más de 150 obras reunidas, tan fresca como el primer día.

La exposición, que podrá visitarse en Londres hasta el 11 de septiembre, traza un gran arco desde sus primeras pinturas, los paisajes de Montroig, de un realismo casi naïf, profundamente marcadas por la identificación con el terruño, hasta los grandes trípticos abstractos del final, pasando por la llamada Serie Barcelona y las poéticas Constelaciones.

En esa primera etapa, que va desde 1917 hasta 1923, claramente influida por el aduanero Rousseau, el colorido de los fauves y el cubismo, están ya presentes muchos de los elementos que, oportunamente liberados, marcarán de una forma u otra toda su obra.

En esas primeras creaciones se siente la tensión entre la tradición rural catalana y las presiones de la industrialización urbana. Como explica Marko Daniel, uno de los expertos de la Tate, la identidad catalana del artista es, sin embargo, un «proceso complejo», como lo demuestra su afirmación de que preferiría morirse de hambre en París que ahogarse en la atmósfera provinciana de la Barcelona de entonces.

El «engrudo del realismo» que contribuye a la cohesión de muchos de los elementos presentes en esa primera etapa se disuelve muy pronto y esos detalles van cobrando vida propia en obras posteriores, señala Daniel. Así ocurre con las obras que tienen como motivo la cabeza de un campesino catalán, un payés, cuya figura arquetípica Miró reduce a un conjunto de signos: una cabeza triangular, unos flecos de barba y la barretina que facilita su identificación con Cataluña.

O los misteriosos paisajes animados, de 1926-27, en los que se simplifican radicalmente las formas en enormes campos cromáticos, que hacen recordar otra afirmación del artista según la cual no tenia sentido dar mas importancia a una «montaña que a una hormiga».

La feroz represión de la rebelión en Asturias y la supresión del estatuto catalán, que iba a dar paso a la guerra civil y a la posterior dictadura franquista, inspiran a Miró cuadros que reflejan una angustia y un dolor profundos.