Luis Pizarro y Alfonso Perales entraron en una de las primeras corporaciones municipales del Ayuntamiento de Cádiz de la Democracia. :: ARCHIVO AYUNTAMIENTO DE CÁDIZ
Jerez

Los pilares del 'Clan'

En 1973, ocho chicos compartían un piso de estudiantes en la plaza Bécquer. Así nació el poderoso grupo de Alcalá

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Curso del 73. En el mismo piso de la plaza Bécquer, con vistas al Carranza, vivían Alfonso Perales, sus hermanos Antonio y Carlos, Luis Pizarro, José Luis y Francisco Blanco, José Antonio Gómez Periñán y Juan José Ruiz. Ocho 'chavales' de Alcalá de los Gazules, intensamente preocupados por la política, que repartían el poco tiempo libre que les dejaban los estudios y la militancia, entre los debates futboleros, las lecturas, las películas del oeste y las 'niñas de Arcos', las vecinas del sexto, con las que se avenían de vez en cuando para montar sus fiestas.

De la octava planta de ese bloque, el 'piso rojo' por el que circularon todos los nombres del socialismo gaditano, desde Vargas Machuca a Rafael Román, surgió el germen del grupo de líderes que reorganizaría el PSOE en la provincia, condicionaría la jerarquía del aparato autonómico e influiría, durante décadas, en la estructura nacional.

El clan de Alcalá, más allá de etiquetas vistosas, es una realidad contrastable. No sólo por la larguísima relación de cargos institucionales que han ocupado sus miembros, sino porque abrieron las puertas del partido a otros compañeros del pueblo (de ésa y otras generaciones) que engrosarían después todas las líneas del frente, como Daniel Vázquez o Bibiana Aído. Aun así, no hay que medir la importancia real del grupo por su presencia pública, sino por su peso, ahora sustancialmente mermado, en las decisiones internas. Mucho antes de que Luis Pizarro dimitiera como consejero de Gobernación de la Junta, Manuel Chaves dijo: «La gente de Alcalá es la que manda. La que manda en Cádiz y la que manda en Andalucía». Fue en el acto de homenaje a Alfonso Perales, con Rodríguez Zapatero sentado a su derecha y Pérez Rubalcaba, de brazos cruzados, entre el público.

El boletín de Radio París

Pero el 11 de septiembre de 1973, la atención de esos ocho chicos que compartían piso en la plaza Bécquer estaba muy lejos de las pugnas intestinas, los conflictos entre corrientes y familias, los codazos y las zancadillas que alimentan los corrillos en las altas esferas. A los Perales, a Pizarro, a Pepe y 'Coco' Blanco, a Ruiz y a 'El Peri', como se llamaban entre ellos, les hervía la sangre por otra cosa: había muerto Allende, agarrado a su fusil, en el Palacio de La Moneda.

«En aquel momento -dice Luis Romero, exalcalde de Alcalá-, el compromiso con la izquierda era un compromiso limpio, porque enfrentarse a la dictadura no era ninguna tontería». Arsenio Cordero, el actual alcalde, subraya: «Nadie pensaba que el PSOE podría convertirse en un partido importante en poco tiempo. Ellos, que se iniciaron siendo todavía unos adolescentes, lo hicieron por pura fe en sus ideas».

Esa fe, por ejemplo, fue la que movió a Perales y a Pizarro, junto al resto de estudiantes de la 'pandilla', a jugarse el tipo «vendiendo discos de Víctor Jara, con el último discurso grabado de Salvador Allende». Querían recaudar fondos para la resistencia democrática en Chile. O a encerrarse durante horas «en el campito de los Blanco», debatiendo sobre futuras estrategias, «escuchando 'Radio París', el boletín de las once», intercambiando los libros prohibidos de 'Ruedo Ibérico', ejemplares de 'Triunfo', 'Cuadernos para el diálogo'... Y fumando. «Fumaban hasta que el humo era insoportable, hasta que casi no se veía, y yo me tenía que salir en busca de aire», recuerda Romero. «Formaba parte de la idea de ser de izquierdas, como la barba o la ropa». En aquellos cónclaves, todavía iniciales, se pasaba del tono reposado a la exaltación, de la seriedad a la broma, en un instante. Los apuntes disparatados y las divagaciones propias de quien quiere cambiar el mundo sin demora (alguno hablaba de tomar el poder a lo Castro) fueron dejando paso a una conciencia más «sólida y madura», que había que definir en la adhesión a un programa concreto.

Las enseñanzas anarquistas de Juan Perales, tío de Alfonso, Carlos y Antonio, cuando el grupo salía a pescar los sábados al Guadiaro, y las tertulias con Fernando Puelles, otro libertario de raza que se daba «un aire al Quijote de Gustavo Doré», según Juan José Gelos, cuajaron la base de un sentimiento de rebeldía que acabó apuntalando Antonio Guerrero, el electricista sevillano que montó el cableado de la barriada El Lario, y a quien se le recuerda como «un tipo convincente y buen orador».

'Mortadelo' y los grises

Durante esos sábados de pesca, Juan Perales, «que ejercía de anarquista las 24 horas» -explica Carlos-, señalaba las alambradas que cercaban las parcelas del campo y decía: «Hay que acabar con esto». Y entonces no faltaba un chaval del grupo, todavía en la primera línea del partido, que replicaba: «Siempre estamos hablando de política, a ver si cambiamos de tema», evoca Luis Romero, habitual de las excursiones.

A pesar de que «como la mayoría de los chicos de esa edad», tenían sus «momentos de juerga», Carlos Perales, que por entonces cursaba Quinto de Bachiller, recuerda que la limpieza del piso, la cocina y la economía doméstica «estaban perfectamente coordinadas». Pizarro, por ser el único que trabajaba, podía presumir de un mayor grado de independencia, pero «allí se hacía vida de grupo, todo se decidía por consenso, y siempre había un batiburrillo de gente entrando y saliendo». Claudio Puelles, sin ir más lejos, o Cristina Díaz Pines, otra destacada militante del PSOE, detenida en el 74 junto a José Luis Blanco.

Los chicos pasaron pronto de la teoría a la acción. El reparto de propaganda, almacenada en el piso de Pizarro en Loreto, se hacía sin quitarle el ojo a cierto inspector que seguía de cerca la sospechosa actividad de la octava planta. Carlos Perales, por ser el más pequeño, ejercía de 'correo'. También, en las manifestaciones del tardofranquismo, los Perales, Blanco, Pizarro y Periñán compartieron carreras delante de los grises, «entre ellas, una, cuesta de las Calesas arriba, en la que los jeeps estuvieron a punto de arrollar a la gente».

Cuando Alfonso Perales y Luis Pizarro entraron en contacto con González y Guerra, el 'Clan' dio el salto definitivo hacia delante. «Algunos de aquellos encuentros se hicieron en la Fábrica de la luz de Alcalá, donde trabajaba el padre de Daniel Vázquez». Pero 'Mortadelo' también se reunió con ellos en otro escenario, por entonces nada sospechoso: el Obispado de Cádiz.

Para entender la sensación de débito que Chaves tiene hacia el Clan basta con otra anécdota, relatada por él mismo, hace unos años: «En el 77, yo estaba en el País Vasco. Alfonso y Luis me llamaron para decirme que allí no acababan de ponerse de acuerdo en las listas al Congreso. Me ofrecieron ser el número uno». Manuel Chaves fue el primer diputado por Cádiz de la nueva democracia.