LA HOJA ROJA

DEL PASADO EFÍMERO

No pensábamos que las aguas de abril terminarían por hacer un boquete donde solo se adivinaban goteras

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Siempre pasa y no porque haya ningún maleficio ni ningún conjuro, ni siquiera porque una mal llamada ley -la de Murphy, se entiende- establezca en su primer apartado que no hay situación que no pueda empeorar. Siempre pasa. Cuando se estropea un electrodoméstico, los demás atendiendo al principio de la solidaridad, comienzan a fallar. Siempre es así, que levante la mano el que no ha terminado haciéndose amigo del técnico después de pasar una crisis de averías en la cocina. Lavadora, frigorífico, lavavajillas. todos se empeñan en demostrar que si uno se escacharra, todos van detrás. Algo así, aunque no a escala doméstica, viene ocurriendo desde el pasado sábado, no lo olvide, el día en el que José Luis Rodríguez Zapatero decidió anunciar que no sería el próximo presidente del Gobierno. Bueno, eso ya lo sabíamos sin necesidad de que nos lo comunicara. Lo que quiso decir es que no repetiría como candidato en las próximas elecciones, algo que también sabíamos. Total, que no dijo nada nuevo, pero sí consiguió activar el mecanismo por el que empezaba la debacle socialista, demostrando que para esto, como para tantas otras cosas, hay que saber jugar al mikado, a los palitos chinos. Ya sabe, uno de los jugadores coge un montón de palitos de distintos colores y los lanza al azar sobre una superficie dura y horizontal. Después, cada participante intenta recuperar todas las varillas posibles sin permitir movimiento alguno de los otros palillos. Si uno se mueve, o si se detecta intención de mover otra pieza que no sea la seleccionada, inmediatamente se pierde el juego.

Algo así. Después del anuncio de Zapatero, la dimisión de Luis Pizarro, la destitución de Gabriel Almagro, la dimisión de Manuel Brenes y la de José María Reguera, la retirada del cartel de Marta Meléndez, la renuncia de José Antonio Gómez Periñán, el plante de los eurodiputados con los aviones y su recular ante la presión de Twitter. que sí, que como lo de los electrodomésticos y como los castillos de naipes, esto ha empezado a derrumbarse. El problema es que aunque intuíamos que el derrumbe era inminente, no pensábamos que las aguas de abril terminarían por hacer un boquete donde solo se adivinaban goteras. En fin. Que el Consorcio para la conmemoración del Bicentenario ha vuelto a quedarse huérfano -y ya van tres veces- y andan ya suspendiendo actos programados como el homenaje a los diputados doceañistas que iba a celebrarse el pasado jueves. «El Consorcio no se ha parado ni se va a parar», declaraba el nuevo delegado de la Junta, Manuel Jiménez Barrios. Efectivamente, ni se ha parado ni se va a parar, pero al ritmo que van lo más seguro es que descarrile porque quedan, como ellos mismos dicen en su web, trescientos cuarenta y seis días para el próximo 19 de marzo.

Y no es por repetirme, pero basta con mirar un poco atrás -no mucho, no se crea- e intentar aprender de los errores, que es lo que nos decían en el colegio cuando hacíamos mal los dictados: «fíjate bien en los errores para no repetirlos más». En fin. O no todo el mundo le sacó partido a su paso por la escuela, o será que la mayoría de nuestros políticos se educaron en la LOGSE, donde todos los fallos entran en la quiniela de la normalidad. Ya lo dijo María del Mar Moreno, todos estos cambios en el gobierno «no son sinónimo de crisis ni de inestabilidad», sino que se enmarcan dentro de lo que se puede considerar normal. Pues vaya.

Lo más curioso de todo es que mientras el PSOE se desangra en su propio campo de batalla y el PP está a punto de perder de nuevo su gran oportunidad -Rajoy está dispuesto a meter la pata en cualquier momento-, los pequeños partidos, esos que aparentemente no tienen nada que hacer en las elecciones, van explorando nuevos territorios para conseguir el voto. Sin ir más lejos, mañana Rosa Díez dará un extraño mitin en los jardines de Varela a las doce del mediodía. Y digo extraño acogiéndome a la segunda acepción del DRAE, singular; singular porque recupera el rollito ochentero del ciudadano que pregunta, que interviene, que cuestiona, que tiene interés por esto de la política. vamos, una entelequia, y más aquí, donde el buen tiempo y el pregón de Semana Santa de Miguel Morgado -a la misma hora que Rosa Díez- son excusas más que suficientes para no acudir al Speaker's Corner de UPyD.

Siempre pasa. El pasado siempre vuelve o tiene siempre un cronista que se encargue de inmortalizarlo. Marcelino Iglesias, el secretario de organización del PSOE, se acaba de convertir en el hagiógrafo de Zapatero, en el más cortesano de sus leales colaboradores, y ya nos ha contado que el presidente está «más convencido que nunca de lo que tiene que hacer y eso transmite mucha seguridad». Miedo me da, más que seguridad, miedo es lo que da saber que ahora es cuando nuestro presidente está convencido de lo que tiene que hacer. Qué le vamos a hacer. También nos ha dicho Iglesias que «Zapatero no es pasado, es presente y futuro», emulando a Antonio Machado en su poema 'Del pasado efímero', recuerde, ese hombre del casino provinciano, que tenía mustia la tez, el pelo cano, y una triste expresión que no era de tristeza, sino el propio vacío del mundo en la oquedad de su cabeza. Tal vez como Zapatero.

Sí. Definitivamente hay que volver a los clásicos, porque todo está inventado, Machado tenía razón, igual que la tiene Iglesias «Este hombre no es de ayer ni es de mañana/ sino de nunca; de la cepa hispana/no es el fruto maduro ni podrido, /es una fruta vana». Como todos.