Sociedad

Berlusconi es un chiste

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A los 18 años ya era el alma de las veladas a bordo de los lujosos cruceros Costa por el Mediterráneo. Silvio era el animador preferido de la empresa. No pasaba un verano sin que lo contrataran. Contaba chistes, hacía parodias y cantaba. Desde románticos temas franceses a los éxitos de Frank Sinatra. Nada se le resistía, y menos con su inseparable Fedele Confalonieri al piano. Tampoco hacía feos a la magia. Los que lo vieron actuar en directo dicen que por aquel entonces perfeccionó uno de las técnicas más básicas del ilusionismo: la 'misdirección', una triquiñuela gestual para desviar la mirada del espectador y que el truco pasara desapercibido en sus mismas narices. Un maestro en el arte del engaño. El joven Silvio también dominaba ya los negocios. Desde las aulas. En la Universidad se sacó sus primeras liras con un sencillo ardid: copiaba sus apuntes a ciclostil y los comercializaba entre sus compañeros de facultad de Derecho.

Negociante nato, fullero, cachondo y showman. Así era el Silvio joven. Así es el Silvio adulto. Solo que el escenario ha cambiado... ligeramente. El Silvio joven solo tenía ojos para vivir la noche y embelesar a acaudaladas viudas con un tupido flequillo negro, trajes de color crema y botones cruzados, sonrisa 'dentífrica' y su fiel Fedele como escudero. Los espectadores relajados de los cruceros reían sus gracias como escapatoria de los agitados días de la posguerra. Todos adoraban a Silvio. Pero el Silvio joven ha perdido a su público. El primer ministro Berlusconi insiste en aplicar a su vida pública y política el modelo que tan bien le fue en sus singladuras. Chistes como sordina a la realidad. Pero Fedele Confalonieri no le acompaña ya al piano sino al frente de Mediaset, el emporio de medios de comunicación de 'Il Cavaliere'. El público de sus chistes se ha tornado ahora en mandatarios mundiales, colectivos vulnerables o víctimas de grandes tragedias. Silvio mantiene su guasa. Pero sus chistes ya no tienen ni pizca de gracia.

Silvio Berlusconi protagonizó el lunes su última payasada. El escenario, el palacio Grazioli, la residencia romana del primer ministro, la misma calificada como centro de reclutamiento de 'velinas' y «harén» por la prostituta Patrizia D'Addario, una de las testigos clave en la investigación por las correrías sexuales de Berlusconi. Poco le importó al mandatario italiano que hoy echara a andar el proceso contra él por corrupción de menores y abuso de poder por el 'caso Ruby', la adolescente más mediática de las que frecuentaron sus orgías en Villa San Martino. Surgió su alma de animador marítimo. Y decidió contar «la barzelletta della mela che sa di fica». O lo que es lo mismo: el chiste de la manzana que sabe a vagina. El enésimo asalto sexista de 'Il Bello'. Fue tras una reunión con responsables locales en la lucha contra el urbanismo ilegal. Un tema muy dado a chanza... En una sala de reuniones atestada de parlamentarios y alcaldes (y un oportuno móvil que grabó la escena colgada en la web de 'La Repubblica'), Berlusconi simula varias voces, gestícula y narra el chascarrillo de un joven que acude a una oficina de patentes de Nápoles para registrar su invento: la manzana que sabe a coño. El primer ministro narra socarrón cómo el funcionario de las dependencias municipales se queda perplejo, así que el ciudadano le invita a probar la manzana. Y el encargado de patentes lo hace. «¡Pero sabe a culo!», es la respuesta del protagonista del chiste, que Berlusconi interpreta encantado. Luego se pone de pie, y con voz de pito, suelta el 'gag' final: «¡Dele la vuelta!». Y el chiste es recibido por una sonora carcajada de los representantes políticos italianos, casi tan sorprendente como el nuevo desvarío sexista de 'Il Cavaliere'.

Un Don Juan

El joven Silvio tenía fama de 'playboy'. Sus conquistas no solo eran conocidas en las cubiertas de los navíos de Costa, sino también en tierra firme. Su función como animador llegaba hasta Rimini, una conocida localidad veraniega famosa por su balneario. Aunque el joven Silvio se dejaba ver poco por sus aguas termales y mucho por los locales nocturnos.

El Berlusconi líder mundial sigue creyéndose un Don Juan. El propio lunes por la noche lo demostró a la salida de una cena privada en Roma. Nube de periodistas a la puerta. Y el primer ministro que se arranca a hablar. «¿Habéis visto la última encuesta sobre Berlusconi?». Se escucha el «no» sorprendido de una reportera. Y él sigue su 'show'. «Han preguntado a las chicas de entre 20 y 30 años si harían el amor con Berlusconi. El 33% respondió que sí. El otro 67% contestó, ¿otra vez?», y una nueva sonora e incomprensible carcajada colectiva de los asistentes cierra la escena.

El primer ministro italiano tampoco se coarta ante nombres de primer orden mundial. De Barack Obama dijo sin temblarle la voz que era «joven, guapo y bronceado». Y con Tarja Halonen, la presidenta de Finlandia, se cebó. En 2005 Parma logró convertirse en sede de la Agencia Europea para la Seguridad Alimentaria en detrimento de Helsinki. Y el primer ministro se calentó: «He tenido que rescatar mis armas de 'playboy' para seducir a la presidenta Halonen y que cediera». Por si fuera poco, remató la faena: «Además, el reno ahumado no tiene ni punto de comparación con el culatello (jamón) de Parma». Sus comentarios desataron una pasajera crisis diplomática y el sonrojo del embajador italiano en Helsinki.

«En Italia prácticamente han dejado ya de ser noticia los chistes de Berlusconi. En parte por el control que ejerce de la información con sus medios y porque no hay día que no suelte alguna. Es su forma de interpretar la política como espectáculo. Usa sus chistes para aligerar acusaciones o temas graves. Pero él se cree que a nivel internacional puede hacer las mismas bromas sin que pase nada, hasta que llegan los escándalos», explica Íñigo Domínguez, corresponsal de este periódico, que lleva una década asentado en Italia.

Protesta del Vaticano

Delirios humorísticos en alguien que es capaz de relacionar una oleada de violaciones en Roma y Guidonia a que haya «tantas chicas guapas como soldados». O que se vanagloria de una vida sana: «El otro día me hice un un análisis y me dio lo normal para un hombre de mi edad: 90% de viagra en la sangre». Los chistes verdes no son su única especialidad. Cultiva también el humor negro. Sin medida. Lo mismo le da que sea sobre los miles de desaparecidos de la dictadura argentina que sobre las víctimas del Holocausto. «Un dictador argentino se desprendía de sus opositores llevándolos en un avión con una pelota. Les abría la puerta y les decía: ¡Es un lindo día, salgan a jugar!», soltó en Cerdeña durante un mitín electoral de su partido, Pueblo de la Libertad, en febrero de 2009. Su candidato arrasó igualmente. Tampoco la masacre nazi sobre los judíos para los pies a 'Il Bello'. «Había una familia judía que seguía pidiéndole una mensualidad a otro judío que escondían en su sótano..., ¡sin decirle que la guerra ya había terminado!». Ni el apelativo «deplorable» empleado por el Vaticano hacia su broma hizo rectificar a Berlusconi. Nunca se equivoca, son los demás los que carecen de sentido del humor, es su argumento.

Claro que él se ríe incluso de sí mismo. Aunque sea en pleno Congreso del Partido Popular Europeo. Hasta ahí soltó un chiste. El clásico en el que van cuatro personas y tres paracaídas en un avión que va a estrellarse. En su versión viajan Obama, el Papa, él mismo y el piloto. Salta el presidente americano con uno de los paracaídas «por ser el hombre más influyente del mundo». Salta el propio Berlusconi «por ser el más inteligente de Europa». Y cuando el Papa se dispone a ceder el único paracaídas que queda al piloto, este le dice: «No se preocupe, Santidad, Berlusconi ha saltado con mi mochila». 'Il Cavaliere', todo un chiste.