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FIJAR CARTELES

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Lo único predecible de nuestro futuro es que se van a animar las bocacalles. Los políticos en buen estado de esperanza tendrán que dar la cara en los carteles, a los que Miguel Hernández, refiriéndose a los taurinos, llamó «yedra cuadrangular de las esquinas». Lo que va a estar en juego ahora es el toro de Iberia, pero la plaza está dividida, como en los grabados goyescos. La renuncia de Zapatero añade emoción cuando más necesitados estamos de sosiego. Se va a abrir paso a un nuevo liderazgo en el PSOE cuando están cerrados casi todos los pasos a nivel. Unos calculan sus posibilidades reales y otros hacen cálculos infinitesimales sobre las suyas, ya que no ignoran que el factor sorpresa puede alterar el producto.

Nuestro país, que algunas personas mayores seguimos llamando patria, a pesar de detestar a tanto y tanto patriota como sigue produciendo, es cualquier cosa menos aburrido. No sólo pasan muchas cosas, sino que otras no acaban de pasar. Qué bien que haya primarias. El 28 de mayo empezará el proceso democrático únicamente válido para elegir a la persona adecuada. Siempre será mejor que señalarla con el índice, aunque haya muchos electores que se sigan chupando el dedo. Quizá no sea inoportuno recordar el áspero refranero hispánico que nos advierte de que «no hay herencia sin desavenencia».

Habrá carteles por todas partes y algunos tontos esquivarán esa preciosa palabra y los seguirán llamando póster, vocablo que también acoge el diccionario de la Real Academia Española, que es muy hospitalario. Mucha gente que vota porque está en su derecho renuncia a leer, aunque nadie se lo prohíba. Por eso, y por más cosas, son buenas las elecciones. Se puede andar por la calle sin dejar de practicar esa suerte de «creación dirigida» que llamamos lectura, letreros y más letreros, que la letra andando entra y la propaganda se sube por las paredes.