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Los fumadores ante la Ley
Tanto ellos como los hosteleros pretenden presionar a la sociedad quejándose de las pérdidas que sufren por la nueva normativaMuchos incumplen una norma esencial de convivencia, que es la de respetar al prójimo
JEREZ. Actualizado: GuardarUna de las premisas para la mejor observancia de las leyes es que los ciudadanos colaboremos en que se acaten. La gente sabe que cuando se llega a un semáforo que está en rojo hay que pararse; a excepción de algunos que hay que llamarlos al orden cuando se lo saltan, la mayoría de los conductores respetan las señales de tráfico. No ocurre igual con los fumadores, que aún incumplen la norma más esencial de convivencia ciudadana: respetar al prójimo. No obstante, como son solo tres los meses que hace que entró en vigor la ley antitabaco, a los que la incumplen habrá que hacerles lo que a los conductores que se pasan los semáforos en rojo: tocarles el claxon reprobatoriamente.
No es del gusto de nadie, además de violento, tener que llamar la atención a ninguno de nuestros congéneres los fumadores, pero si ellos siguen haciendo caso omiso a la ley antitabaco, tendremos que sobreponernos al disgusto que supone tener que recordárselo allá donde se encuentren ocupando con su humo nuestro espacio respirable. No obstante, la mayoría de los ciudadanos están satisfechos con la actual situación ambiental y hacen oídos sordos al ruido que producen tanto los fumadores como los objetores.
En sus arengas, artículos y manifestaciones, los fumadores más fundamentalistas esgrimen algunos argumentos contra la ley antitabaco, los mismos que apenas se analizan se observan carentes de fundamentos y de un mínimo rigor científico.
Daño
Aprovechando los tiempos de crisis por los que atravesamos, fumadores y hosteleros pretenden presionar a la sociedad diciéndole el gran perjuicio que la ley antitabaco le está ocasionando al sector, debido a que la gente no hace la sobremesa, ni se toma como antes el café y la copa mientras se fumaba el cigarrillo; por lo que los bares y restaurantes están vacíos y la mayoría van camino de la ruina. A su vez, publican en los medios las cuantiosas pérdidas económicas que esta ley les está ocasionando, pero por ahora las cifras y estudios publicados carecen del rigor necesario para que puedan ser tenidos en cuenta y, sobre todo, parecen estar siendo utilizados para alertar a la sociedad de que las medidas tomadas en contra del tabaco está aumentando la tasa de desempleo e incrementando el paro, sobre todo, en el sector de la hostelería. Al ser contrastadas, ninguna de estas «altísimas pérdidas», y cifras de paro, han dado valores fiables. No obstante, continúan apareciendo en los medios, incluso se han constituido asociaciones de fumadores que pretenden darle la vuelta a la ley tratando de derogarla o demagógicamente buscar razones para abolirla.
Los fumadores hablan y hablan, pero sus pretensiones son tan fútiles como ridículas. Todavía no los hemos oído aceptar que el tabaco es una droga legal que mata cada año a 56.000 españoles, entre los cuales hay 16.000 ciudadanos que no fuman.
No sé si estos fumadores recalcitrantes están en condiciones de oír que con el empeño que ponen por recuperar el humo y la nicotina en los bares y demás lugares públicos, lo que hacen es tratar de seguir cercenando vidas y condenando a muerte a muchos ciudadanos que, apostando por la salud y la vida, no quieren terminar siendo pasto del humo del tabaco que les obligan a inhalar.
Tertulias
Otro argumento baladí es el de las tertulias de las sobremesas. Que yo sepa, esta práctica nunca fue exclusiva de los fumadores. Es más, el costo económico que tienen es tan bajo que en la actualidad la mayoría de los restauradores la ofrecen gratis como atención especial, chupito y café incluido en la cuenta.
Eso sin contar con aquellos que prefieren que los clientes no hagan sobremesa, porque así les dan «dos o tres vueltas» a las mesas, es decir, las montan y sirven varias veces durante las horas del almuerzo o de la cena, con el beneficio económico que esto conlleva.
En su desesperada sarta de sin razones y con el fin de poner a la opinión pública en contra de la reciente ley, los diferentes colectivos de fumadores alertan a la sociedad, advirtiéndoles que esta medida puede ser muy peligrosa porque con ella se inicia una corriente prohibicionista: primero ha sido el tabaco y luego vendrán otras muchas prohibiciones...
No saben que es práctica común en los países desarrollados que viven en democracia, prohibir aquello que está demostrado científicamente que es perjudicial para el grueso de la sociedad. Tal es el caso del tabaco, hábito sobre el que pesan suficientes evidencias del daño que tiene para la ciudadanía y, también, el coste sanitario que supone hacer frente a las enfermedades que genera.
No obstante, es preciso aclarar que no estamos ante una prohibición, sino frente a una regulación del consumo de tabaco; con ella se pretende proteger la salud de todos aquellos que desean se les respete el derecho que tienen a respirar un aire puro.
Por el contrario, los que quieran fumar que fumen, siempre y cuando lo hagan en lugares en los que no obliguen a nadie a tener que inhalar el pernicioso humo de su tabaco.