Julián López 'El Juli' juega con un jandilla
Ingenio y desparpajo para una faena de torero ambicioso y de ricos recursos, que le sirve para cortar dos orejas
Actualizado: GuardarUn ambientazo. Castellón parecía Nápoles. Pero no embistió la corrida de Jandilla más que lo indispensable, a cuentagotas y con desgana. Morante no se salió de las rayas. Primoroso en lances de acariciar y dibujar, airoso en un quite refitolero, facilote en un trasteo más de líneas que de hundirse en el fondo de la tierra.
El segundo de corrida enterró pitones en un v: primero, para sostener al toro, que escarbaba y se le había ido en costalada al suelo en el primer viaje de poder, y luego, para reclamar a las musas en una faena bien tramada, resuelta, brillante en pasajes a pies juntos, de rabioso final. El terciadito tercero tuvo brío de novillo y no de toro, Manzanares se adornó cona trinchera. Buen aroma. Dos veces se fue el toro al suelo cuando Manzanares propuso cosas más serias. Entre muletazos sueltos de cintura y muñeca se dejaron sentir también las pausas para que respirara el toro, que pidió de pronto la cuenta. También los artistas trabajan a veces. El quinto tuvo desordenada movilidad y fue más pronto que los demás. No mejor.
Con el capote, la calidad de su rii iba a meter en el engaño al toro, a tirar de él y a jugar cuando tocara, El Juli soltó el engaño pero, cosas de suerte, le vino volada a sin gasolina a los diez viajes. Manzanares tenía el billete en el bolsillo. Y prisa por terminar.