LA BATALLA DEL EGO
Actualizado: GuardarLos abogados están muy contentos. Radiantes. Con gusto han cedido el puesto honorífico de 'El Más Hijueputa del Planeta' a los periodistas. Todo gracias a que algunos se han propuesto, no ya matar al mensajero, que llegaba en las últimas por el hachazo de la crisis, sino bajar su cadáver del caballo, arrojarlo a una zanja y enterrarlo en cal viva. Entren en una noticia en la red. Y lean los comentarios. Ábranse el Twitter, o el Facebook. Todo quisque gasta su tiempo en vilipendiar crónicas, reportajes, enfoques, ladillos, pies de fotos, documentaciones y hasta maquetaciones por las que, por cierto, no han pagado ni un cochino maravedí. Además de hacer frases que comienzan con «Tenemos derecho a», el nuevo deporte nacional es ciscarse en los muertos de la prensa, con todos sus sacramentos. Es una postura muy en liza en una era en la que cada uno tiene que ser el niño más listo de su 'timeline' de Twitter, en lugar de dar su vida a la pesca, al sexo o a la cocina de los chipirones en su tinta, faenas todas más gustosas para el cuerpo, pero no tanto para la soberbia. Porque ellos son muy listos y el periodista, por norma, es tonto. Porque aquí se trata de construir egos propios destruyendo el de otros y en esa cacería de reputaciones, qué mejor presa que un redactor que sabe de todo un épsilon, que es como no saber nada. La prensa mete sus patas, algunas históricas, aunque no sea Belcebú reencarnado, desde luego no más que Julio el médico, Manolo el fontanero, Eduardo el ingeniero nuclear, Pepe el agricultor y Andreas el químico. Es más, el mundo iría mucho mejor si Julio, Manolo, Eduardo, Pepe y Andreas dedicaran su tiempo a su trabajo y no a tocar el rabo de la boina con «la manipulación informativa manifiesta» de este u otros textos.