Visita imperial a los refugiados del tsunami
TOKIO. Actualizado: GuardarAkihito, el emperador de Japón, bajó ayer a la tierra. Ya no es una 'arahitogami' (encarnación divina) porque EE UU obligó a su padre, Hirohito, a renunciar a dicho estatus tras su dolorosa derrota en la Segunda Guerra Mundial. Pero aún sigue siendo venerado por sus súbditos pese a su escasa implicación en los asuntos de Estado, constreñida al máximo por la Constitución que impusieron los Aliados tras la contienda. Por eso son tan significativas sus apariciones públicas, especialmente en los dramáticos momentos que está atravesando el país del sol naciente. Dos semanas después de que apareciera por primera vez en televisión para dirigirse a su pueblo, Akihito visitó ayer a 300 damnificados por el tsunami que han sido alojados en el estadio Budoh-kan de Tokio.
Le acompañaba su esposa, la emperatriz Michiko. Al más puro estilo japonés, la pareja real se inclinaba haciendo reverencias a los evacuados entre hileras de colchonetas cubiertas por mantas. Con algunas familias, los emperadores incluso llegaron a arrodillarse en el suelo para interesarse por su estado. La visita recordó a la que protagonizaron tras el terremoto de Kobe en 1995, en el que perecieron 6.400 personas. En aquella ocasión, Akihito se desplazó hasta un gimnasio habilitado como refugio para los supervivientes y les consoló dándoles un mensaje de ánimo: «No renunciéis a la esperanza». Once años después, volvió a rescatar dichas palabras.
Al contrario de lo que ocurre en otras monarquías más apegadas a la sociedad, la nipona no se prodiga mucho en público. De hecho, la única ocasión para escuchar al monarca es durante su discurso de año nuevo y en su cumpleaños, el 23 de diciembre. Esas son las dos únicas fechas en que los japoneses pueden acceder al palacio imperial, en cuyo balcón aparecen Akihito y su familia para agradecer el cariño de una multitud jubilosa que no para de aplaudir y agitar banderas.
La monarquía nipona es la más antigua del mundo y data, según la leyenda, del siglo VII antes de Cristo. Hasta 1945, los japoneses consideraban al emperador una divinidad, pero su aura celestial se rompió cuando, por primera vez en su historia, escucharon hablar por radio a Hirohito en el discurso de rendición ante Estados Unidos. Para los más mayores, los ecos de aquellas palabras resonaron en la alocución televisada que Akihito dirigió hace dos semanas con motivo del tsunami y la crisis nuclear.
Tras la muerte de Hirohito en 1989, su hijo ascendió al Trono de Crisantemo y se convirtió en el emperador número 125 de Japón. Despojado de su carácter divino y reducido a una figura ceremonial, Akihito fue el primer soberano nipón en casarse con una plebeya, Michiko Soda, en 1959. La pareja tiene dos hijos, el príncipe heredero Naruhito y el príncipe Akishino, y una hija, Sayako, que perdió su título real al casarse con un plebeyo.