MUNDO

Los turbios asuntos de una familia absolutista

Si el presidente no ha tenido desafíos internos ha sido por un concepto receloso e implacable de su autoridad

JERUSALÉN. Actualizado: Guardar
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Por detrás de las especulaciones sobre la intrahistoria del hermético y oscuro clan de los Asad que gobiernan Siria hace más de 40 años parece sonar la música de 'El Padrino'. Ellos, su círculo leal más íntimo perteneciente a su misma secta alauita y el control de todos los servicios de Seguridad, unido a la ausencia de un sistema judicial y cualquier atisbo de transparencia, han tejido un poder político y económico casi absoluto, convirtiéndose en uno de los regímenes árabes más duros y corruptos.

De cómo se las gastan en la familia da buena cuenta el episodio de 1999 en el que el patriarca Hafez lanzó a su hijo Bashar a reprimir en un brutal asalto de blindados y aviación las aspiraciones sucesorias del su propio hermano, el díscolo tío Rifaat. La residencia del golpista quedó reducida a polvo y murieron cientos de sus seguidores. Fue la prueba de fuego con la que el padre quiso tantear las facultades de Bashar, entonces un joven arrancado de sus estudios en Londres y, a priori, poco amenazante que se preparaba a contrarreloj para heredar la república. Si en sus once años de mandato no ha tenido desafíos internos no ha sido por su amabilidad sino por un concepto receloso e implacable de su autoridad.

Su hermano mayor y delfín, Basil, murió en accidente de tráfico; el pequeño, Majid, de enfermedad. Quedan dos vivos, Maher -jefe de la aterradora Guardia Republicana y comandante ejecutivo de la brigada de élite de la Guardia Presidencial-, y Bushara, representada en los asuntos de la familia por su marido, Assef Shawkat, director del tupido entramado de espionaje y mandamás del Ejército. Juntos dominan el aparato del miedo, sus secuaces son temidos. Los nombres de ambos figuraban en rojo en el primer informe del investigador alemán Detlev Mehlis como conspiradores el asesinato en 2005 del exprimer ministro libanés Rafik Hariri en Líbano, después atribuido a Hezbolá. Luego están los primos, especializados en el otro aparato fundamental, el de hacer dinero.

En Siria, la gente no critica, cualquiera podría estar escuchando. Pero tampoco faltan incondicionales admiradores de la aureola magnánima, casi real del presidente, apuntalada por la presencia de su cultivada mujer, Asma. La revista 'Vogue' la retrataba hace tres semanas con gafas de Chanel y exclusivos tacones.