De aquí a Tokio
Actualizado: GuardarEl plutonio anda suelto por las calles, metiéndose en todos los charcos nucleares, mientras florecen los cerezos. La naturaleza va a lo suyo sin darse cuenta de que ha dejado de ser lo nuestro.
Suben las hipotecas en España mientras que los políticos temerosos de perder las elecciones pierden el culo inaugurando cosas. Los hay que celebran solemnemente el estreno de algún buzón de correos o de un kiosco de periódicos a condición de que algún fotógrafo condescendiente perpetúe el trascendente acontecimiento. Faltan horas para que concluya el límite legal, que creo que ya ha concluido, aunque se siga jugando la prórroga, se continúa poniendo la primera piedra de edificios que tardarán mucho en reunirse con las siguientes y se abren al público jardines que aún no tienen una puñetera planta. Para luego es tarde y hay que ganar tiempo, ya que se ha perdido bastante.
La maratón que recuerda la victoria de los griegos sobre los persas es una carrera más pedestre que nunca. Nos trae sin cuidado el triunfo de Miliciades, que ocurrió 490 años antes de Jesucristo, lo que importa es que gane Rajoy o vuelva Zapatero, o en su defecto, Rubalcaba o Carme Chacón que también corre que se las pela. El caso es que seguimos dando la espalda a todo lo que en verdad nos interesa. ¿Será posible que no dejen fumar en los estadios? La pregunta inmediata es otra: ¿será posible que la huelga nos deje sin fútbol? No tengo la respuesta mientras escribo, pero tengo el televisor encendido, la ginebra fría y los hielos dispuestos. Nos están quitando todas las cosas que nos gustaban.
Quiero decir que nos consolaban y nos distraían, pero con las cosas de jugar no se juega. Nos hemos acostumbrado a que las autonomías que no den pie con bola, pero el balón debe seguir rodando. Será distinta la luz del domingo si no hay fútbol en el estadio vertical de la tele. Sobre todo teniendo en cuenta que ahora los domingos caen en cualquier día de la semana.