Rebeldes pasan junto a un camión lanzamisiles de las fuerzas de Gadafi incendiado cerca de Ras Lanuf. :: ARIS MESSINIS / AFP
conflicto en libia

Los rebeldes allanan el camino a Trípoli

Intensos combates anuncian el inmediato asalto a Sirte, símbolo del régimen y cuna de Gadafi

BIN YAWAD. Actualizado: Guardar
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Los rebeldes se alimentan gracias a Muamar Gadafi. Sus furgonetas hacen cola a las puertas de un almacén del Ejército en Ras Lanuf, último enclave liberado antes de Bin Yawad, para cargar alimentos, bebidas, mantas y ropa y partir hacia el frente de Sirte. «¡Comida de Muamar, comida de Muamar!», gritan mientras sacan cajas sin parar del interior de las naves próximas a la gran refinería. Es el epílogo de una larga jornada de lucha que amaneció con tiros y explosiones de felicidad en las calles de Bengasi por la supuesta toma de la localidad natal del líder libio. Desde las tres de la mañana la ciudad no pudo dormir a causa de una celebración demasiado temprana de una liberación que tendrá que esperar.

Miles de jóvenes salieron de las ciudades y pueblos con dirección al oeste y junto a ellos el grueso de la prensa extranjera presente en la Libia liberada desde el estallido revolucionario del 17 de febrero. Los bombardeos aliados acabaron con la resistencia gadafista en Ajdabiya el sábado y las horas posteriores fueron un paseo triunfal rebelde hasta llegar a las puertas de Sirte. Brega y Ras Lanuf, importantes enclaves petrolíferos, reviven las mismas escenas de comienzos de marzo con la primera ofensiva insurgente, con largas caravanas de vehículos con la enseña tricolor de los revolucionarios rumbo al frente. El último puesto de control y frontera de la Libia liberada se estableció en Bin Yawad, a 140 kilómetros de Sirte, desde donde algunos mandos rebeldes desbordados trataban de organizar el ataque sin demasiado éxito.

«El combate se sitúa a unos cuarenta kilómetros de la ciudad, donde está la primera línea de defensa con camiones lanzamisiles», informaba Rabee Abdulá, a su regreso de la zona más caliente al volante de su autobús con el que «llevo a los jóvenes a luchar y regreso a por más». El paso de las semanas ha traído cierta serenidad al inexperto ejército revolucionario, aunque la ofensiva sigue siendo caótica y «cada uno vamos hasta donde podemos, siempre hay alguien que intenta decir hacia dónde ir, pero al final es uno mismo quien manda».

Ataque aéreo sobre la capital

Es Ibrahim Abdulá quien habla, mientras conduce una camioneta robada a los soldados gadafistas armada con una gran ametralladora de la que cuelga una bandera francesa, como gesto de agradecimiento a Nicolas Sarkozy por la luz verde a los ataques aéreos, que ayer alcanzaron un puesto militar de las fuerzas de Gadafi cerca de Trípoli. Al mismo tiempo que mucha gente parte al frente, otros se quedan en las plazas liberadas intentado rescatar entre la chatarra cualquier objeto de valor que las tropas gubernamentales han dejado en su retirada.

Decenas de jóvenes desarmados esperan a la sombra el paso de algún vehículo que les acerque a la primera línea de combate. Las noticias son confusas o nulas, como desde el inicio de la revuelta. Los más optimistas hablan de la llegada de «Khalifa Heftar a bordo de su Hummer rojo, que ya está en primera línea controlándolo todo», apunta Yousef Faraj recién venido de Ajdabiya y que espera sentado en una silla de plástico de una de las cafeterías próximas reducidas a escombros «la llegada de algunas provisiones antes de avanzar». Todos ensalzan la figura del veterano de la guerra de Chad y gran opositor a Gadafi que regresó de un exilio de tres décadas para liderar la reconquista.

Pero en el frente occidental las cosas están algo más difíciles para los sublevados. Uno de los miembro del comité revolucionario de Misrata Mohamed Alí denunció ayer el bombardeo de la ciudad por las tropas de Trípoli. Según el canal Al-Yasira, que recogió declaraciones del representante de los rebeldes, las brigadas de Gadafi acosan desde el acceso por el noroeste, donde los insurgentes tratan de rechazarles. Los ataques desmentían el anunció hecho por el Ministerio de Exteriores de un alto el fuego con los «grupos terroristas».

Entre el fervor guerrero sorprende encontrar a alguien que pide «calma porque lo importante de verdad es resucitar a la sociedad civil y redactar una nueva Constitución; solo así ganaremos de verdad la guerra». Las palabras de Mohamed, miembro del organismo recién creado Solidarity, que trata de recopilar información sobre la revolución para elaborar un documental, quedan silenciadas por los disparos de una batería antiaérea rebelde. Disparos de alegría por salir hacia Sirte, disparos para descargar la adrenalina ante el riesgo que se avecina. Pese al fervor, todos miran al cielo a la espera del bombardeo salvador aliado que les facilite el avance.