PAN PARA HOY

HORA

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Ahí le doy la razón, querido lector, no puede empezar bien la semana que sucede al domingo mutilado. Porque, seamos serios, un domingo de veintitrés horas es un timo, una estafa, un delito contra la salud publica. Y no compensa el hecho de que nos la devuelvan allá por el mes de octubre, cuando menos la necesitas. ¿Hasta cuando vamos a estar aguantando esta memez del cambio de hora? Que se ahorrará mucha energía, como circulando a ciento diez, me lo creo por imperativo legal, ahora, las facturas cada vez son más caras, no sé quien se beneficia del ahorro de marras. Y supongo que les habrá ocurrido lo mismo que a un servidor, que te pasas el domingo entero reeducando a los relojes. Sí, porque cuando en las casas había solamente un reloj, el de agujas con grasa de la cocina, el trámite era sencillo, le dabas una vuelta a la esfera y ya estabas en orden con el desorden administrativo. Pero, ahora, el tema es mucho más complejo, porque tenemos relojes hasta en el rollo de papel higiénico, y muchos ni sabes como se cambian; vuelta a leerte los manuales de instrucciones de los electrodomésticos. Es tal el engorro que hay gente que se revela por vagancia y lleva medio año en el reloj la «hora mala», que así la llaman con cierta resignación. Son mis héroes, la avanzadilla de la gran revuelta pacífica que, dese estas líneas, me gustaría organizar. Ya que no podemos cambiar casi nada, porque nos lo dan servido y triturado para que nos lo traguemos como un bebé sin dientes, podríamos dejar de cambiar, en este caso, la hora. Sería una revolución temporal. Al principio, tendríamos que convivir dos grupos horarios diferentes: los de la hora buena, y los de la hora mala. No sería demasiado problema entendernos, si lo hemos conseguido con la mención a Canarias en los informativos, ya tenemos un precedente válido. Con unos años y el apoyo de los internautas y de un grupo de intelectuales, acabaríamos por restablecer el buen gusto. Y todo este rollo porque no sé cambiar la hora del coche. Pasen buen día.