La radiación en el mar sube 1.250 veces junto a la nuclear
TAMURA. Actualizado: GuardarA unos 60 kilómetros de la central nuclear siniestrada y 30 de la zona muerta evacuada por sus fugas radiactivas, en Fukushima no se ven más que mascarillas blancas. Las llevan los taxistas, los policías, los conductores de autobús y los dependientes de los Seven Eleven y Family Mart, que agotan rápidamente sus existencias de agua y comida. Con buena parte de sus comercios cerrados y las calles vacías, en la ciudad fantasma de Fukushima se respira, por supuesto tras una máscara, el miedo a las radiaciones.
El yodo y el cesio no se ven, pero están ahí. Según las últimas mediciones, el yodo 131 se ha disparado hasta 1.250 veces por encima de lo normal en el mar, a unos 30 kilómetros de la planta atómica. A pesar de tan considerable aumento, las autoridades siguen insistiendo en que no supone una amenaza para la vida marina o la seguridad alimentaria.
«Las corrientes del océano dispersarán las partículas radiactivas y estarán muy diluidas cuando sean absorbidas por los peces y las algas marinas», minimizó Hidehiko Nishimaya, uno de los responsables de la Agencia de Seguridad Industrial y Nuclear. Pero su mensaje de tranquilidad no conseguirá calmar las sospechas que están suscitando los alimentos nipones en otros países, que ya han prohibido las importaciones de productos contaminados cercanos a Fukushima como la leche y una docena de verduras.
Los escapes tóxicos al mar suponen además un serio varapalo para la potente industria pesquera de Japón, donde el 'sushi' y el 'sashimi' son el emblema de una exquisita y refinada gastronomía, cuidada hasta el más mínimo detalle.
El grupo ecologista Greenpeace denunció ayer que el desastre de Fukushima ya está al mismo nivel que la catástrofe de Chernóbil, el accidente nuclear más grave de la historia. Para purificar el agua, a Fukushima ya están llegando empresas como Nihon Genryo, que trae tanques potabilizadores móviles dotados con filtros de carbono activo para depurar el yodo y zeolita para eliminar el cesio.
«En una hora, cada tanque purifica 200 toneladas de agua, que es lo que consume al día una familia japonesa de cuatro personas», explican dos técnicos de Nihon ataviados con la misma cazadora de trabajo con múltiples botones que lucen estos días los políticos en todas las televisiones.
Mientras tanto, en Fukushima 1 siguen regando con mangueras sus reactores para enfriarlos.