El régimen sirio apuesta por más represión
La Policía responde a las protestas que se extienden por todo el país con fuego indiscriminado que deja veinte muertos
JERUSALÉN. Actualizado: GuardarUn verdadero pulso al régimen de Bashar el-Asad tenía que pasar por la expansión de las protestas del epicentro de Deraa a todo el país, y ayer su manifestación multitudinaria del Viernes de la Dignidad encontró réplicas en Damasco y Hama, donde salieron a las calles centenares de personas, y miles en otras ciudades como la costera Baniyas, Latakia, Daael, Chaikh Maaskine o At-Tall en el sur.
Ni las promesas de aperturismo del día anterior -demasiado pocas y tardías, como ha ocurrido en otras revueltas árabes- sedujeron a la población, ni amedrentó el temor a las balas de la Policía, que un día más reprimió las marchas a tiros. La cadena catarí Al-Yasira citaba un testigo anónimo que aseguró que en Deraa -el nido rebelde de Siria- había «más de veinte mártires. Ellos (las fuerzas de seguridad) han abierto fuego indiscriminadamente».
Cuarenta kilómetros al sur, en Sanamein, la carga se habría cobrado hasta diecisiete vidas, esta vez según un activista citado por France Press. En la capital se habla de docenas de detenidos. Sigue sin haber posibilidad de confirmar de manera independiente las bajas: lo que se cree está siendo una masacre se perpetra en Siria a puerta cerrada, y solo contadas imágenes, tomadas en su mayoría con teléfonos móviles, han logrado eludir los apagones tecnológicos para mostrar al mundo cadáveres que se desangran en los charcos tirados por los suelos.
«Satisfacción y alegría»
Pero si se atiende a la historia oficial, el país era ayer un estallido de «satisfacción y alegría» en honor «a su excelencia (el presidente) y su liderazgo frente a cualquier conspiración contra Siria». La agencia pública de noticias Sana -espejo de la política informativa del Gobierno- publicaba sin ningún rubor que «cientos de miles de sirios insomnes anegaron las calles» junto a «procesiones de coches con la bandera y carteles de Bashar el-Asad» para expresar gratitud por las «decisiones y decretos» horas antes anunciadas.
Van a cambiarse las leyes de Partidos y de Prensa, se estudiará si hacerlo con la de emergencia vigente desde 1963, y se ha subido el sueldo un 30% a los funcionarios. La web propagandística del sistema mencionaba, además, las palabras de un abogado de Deraa, Fahd el-Adwai, asegurando que semejantes concesiones habían «restablecido la vida normal (.), por no mencionar la irresistible felicidad que siente cada sirio».
Las ocultaciones evocan sin remedio los precedentes de Hosni Mubarak en Egipto o de Muamar Gadafi en Libia. Lo mismo la utilización de hordas de secuaces que, antes o después, los líderes árabes han ido promoviendo para tratar de reventar las protestas prodemocráticas que les amenazan. Porque ayer, efectivamente, un millar de partidarios del régimen magnificados por la agencia Sana irrumpieron en las calles de Damasco clamando «¡esta es la Siria de Asad!».
En Deraa, asegura Reuters, se encontraron de frente con la marcha pacífica de ciudadanos, que se inició en la mezquita de Omari en torno al funeral de tres asesinados en días anteriores y sumó 10.000 participantes. En un ejercicio inédito de coraje, esa protesta la emprendió a gritos contra la hasta ahora intocable elite política siria y, más concretamente, contra el poderoso hermano del presidente y jefe de la temida Guardia Republicana, Maher el-Asad».
Guerra civil
«Maher, cobarde, envía tus tropas a liberar el Golán», vociferaban en alusión a la meseta ocupada por Israel en 1967. La represión policial se produjo cuando los manifestantes arrancaron un retrato del presidente y quisieron derribar una estatua de su predecesor y padre Hafez al-Asad, según un testigo.
Previendo un escenario de contagio de la revuelta de Deraa a todo el país, el director del Centro de Estudios de Oriente Medio de la Universidad de Oklahoma, Joshua Landis, advertía en la revista 'Time' que Siria va a enfrentarse a una «elección de gran consecuencia». «Deben decidir si Siria es más como Egipto y Túnez, donde la gente logró unidad suficiente para derrocar a sus gobernantes -decía- o si es más como Irak y Líbano, que desembocaron en una guerra civil, un faccionalismo sin fin».
Como estos dos últimos países, Siria encierra una sociedad multiétnica y multirreligiosa, y la autoridad de Bashar el-Asad tiene el respaldo de la secta alauí a la que pertenece su familia (12% de la población), de otras minorías incluidas la cristiana (13%), por no hablar de la masa social que podría apoyarle por miedo a que la agitación política termine con los islamistas en el poder.
Según el experto, el éxito de la revolución que parece haber prendido en esta república convertida ya dictadura hereditaria, dependerá de la posición de las elites -alauíes, también al mando de las fuerzas de seguridad- y las grandes familias comerciales e industriales de la mayoría suní junto a los intelectuales.