F-18 sobre Libia
COMANDANTE DE CABALLERÍA ABOGADO Y ECONOMISTA Actualizado: GuardarNo me cabe la menor duda que Muammar al-Gaddafi es uno de los dirigentes políticos mas sátrapas que ha conocido el mundo en las ultimas décadas. Desde que se alzó con el poder, como consecuencia del golpe de estado de septiembre de 1969, no ha dejado de estar acusado de patrocinar y financiar el terrorismo y la insurgencia armada de corte anticapitalista. En concreto ha sido acusado de prestar ayuda y colaborar con las FARC de Colombia, con el IRA de Irlanda y con ETA, sin olvidar su apoyo a las organizaciones terroristas contra Israel. Fue acusado de estar involucrado en la Masacre de Munich de 1972, en el atentado de la discoteca de Berlín, La Belle, en 1986, en el derribo del vuelo de la Pan Am en 1988 y en el vuelo de la UTA en 1989. Sin olvidar la injerencia Libia en numerosos países como Chad, Sudan, o su apoyo a Idi Amin en 1970 con 3000 soldados libios. No resulta extraño que estuviera en el punto de mira de los países occidentales, de forma que Ronald Reagan atacó Trípoli en 1986 con misiles de largo alcance.
Años después, Al-Gaddafi trató de reconciliarse con el mundo occidental de forma que en diciembre de 2003, hacía pública su intención de abandonar el programa de creación de armas de destrucción masiva y de misiles de largo alcance, cediendo a las presiones de la comunidad Internacional. La Unión Europea decretaba al año siguiente el levantamiento del embargo que sufría Libia desde 1986, y Al-Gaddafi autorizaba la entrada de petroleras extranjeras en territorio libio. Sin embargo, las revueltas de este último mes han dejado al descubierto la verdadera faz de semejante personaje, donde ha llegado a usar la Fuerza Aérea contra su propia población, lo que ha escandalizado a la opinión publica, hasta el punto de que el fiscal jefe del Tribunal Penal Internacional, Luis Moreno-Ocampo, ha anunciado recientemente en La Haya la apertura de una investigación contra el líder libio, Muamar al-Gaddafi y su entorno por 'crímenes contra la Humanidad'.
En situaciones como ésta, en las que la ciudadanía no permanece impasible ante evidentes crímenes contra la Humanidad, la comunidad internacional se plantea los dilemas del que hacer, en terminología geoestratégica: 'to do, not to do, or to do something'. Desde un punto de vista moral no me cabe la menor duda que resultaría de aplicación la teoría del tiranicidio, brillantemente defendida a finales del siglo XVI por el Padre Mariana en De rege et regis institutione . Desde un punto de vista jurídico la cosa se complica un poco, toda vez que, para comprender el Derecho Internacional, hay que entender el juego de intereses de los países que han dado a luz la resolución 1973 del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, por la que se ha autorizado a adoptar todas las medidas necesarias (...) para proteger a los civiles y las zonas pobladas por civiles que estén bajo amenaza de ataque, excluyendo expresamente la posibilidad del uso de una fuerza de ocupación extranjera, estableciendo una prohibición de todos los vuelos en el espacio aéreo de Libia a fin de ayudar a proteger a los civiles, y autorizando a inspeccionar, en su territorio o en alta mar, los buques y aeronaves con destino u origen a Libia que pudieran ser sospechosos de contener artículos prohibidos en virtud del embargo de armas existente.
¿Es esto 'to do, or to do something'?. En mi opinión, la cuestión es más que dudosa, primero porque la resolución 1973 ha sido adoptada por los pelos. Era necesario un mínimo de nueve votos a favor y ningún veto. Fue aprobada por diez votos a favor y con cinco abstenciones, las de China, Rusia, Brasil, India y Alemania. Cinco votos nada despreciables. Alemania sumida en un año electoral, y donde la población cada día rechaza mas su permanencia en Afganistán. Los otros cuatro países curiosamente son los BRIC, siglas que engloban a las potencias económicas emergentes a nivel mundial, mas interesadas en progresar materialmente que en proteger a la indefensa población libia contra los crímenes de Al-Gaddafi. Por otro lado, la abstención de China es un claro mensaje a navegantes, de forma que anuncia que nunca aceptará una injerencia externa contra sus propias violaciones de los derechos humanos.
Todo indica que la resolución 1973 es la única posible en el actual estado de cosas, pero ¿es suficiente?. No parece que los países que se han abstenido se decidan a endurecer su postura contra Libia. Por eso nos debemos preguntar, que podrá suceder una vez cumplida la parcial y limitada misión de establecer una zona de exclusión del espacio aéreo libio. Parece razonable que ese escenario no impedirá a Muammar al-Gaddafi proseguir con sus crímenes contra su propia población, primero porque los vuelos rasantes de sus helicópteros de ataque no serán detectados por los radares, y segundo porque las unidades acorazadas y blindadas podrán proseguir su avance con el apoyo de su artillería de campaña, sin que tropas terrestres lo impidan. ¿Y después que?. En el mejor de los casos, una guerra civil cuyo resultado es incierto, pero que con toda seguridad se saldará con miles de bajas.
La utilización de la fuerza, tiene su sentido y despliega toda su eficacia cuando esta amparada por la razón y el Derecho, como en el presente caso, pero la fuerza por si misma no es la única, ni a veces la mejor de las maneras de resolver los conflictos, sobre todo cuando no hay unanimidad de criterio entre los países garantes de la legalidad internacional y el mando de las operaciones aun no esta definido. Las respuestas parciales y limitadas suelen estar abocadas al fracaso. 'To do something', está bien cara a la galería, pero en muchas ocasiones es poco eficaz. No es creíble que Muammar al-Gaddafi ceda fácilmente ante la limitada y parcial acción de las fuerzas de la coalición internacional y cabe la posibilidad de que Libia se convierta en un Afganistán mediterráneo. ¿Estamos preparados para ello?