Zapatero guarda silencio ante las exigencias de un adelanto electoral
En el PSOE admiten que han llegado a plantearse hacer coincidir la cita del 22 de mayo con las generales
MADRID . Actualizado: GuardarDos exigencias de adelanto electoral tuvo que oír José Luis Rodríguez Zapatero ayer en el Congreso durante la sesión de control al Gobierno. La primera, del líder de la oposición, Mariano Rajoy; la segunda de la diputada de Unión, Progreso y Democracia, Rosa Díez. Ambas pasaron sin pena ni gloria. Ni el jefe del Ejecutivo ni su vicepresidente Alfredo Pérez Rubalcaba se dignaron replicar a los emplazamientos.
El jefe del Ejecutivo ha defendido siempre que agotará la legislatura en 2012, pero los rumores sobre su inminente renuncia a la candidatura socialista para las elecciones generales han desatado dudas sobre la viabilidad de esos planes, incluso dentro de su propio partido. Quienes ven con malos ojos que su líder anuncie ya que se irá sostienen que abocará irremediablemente al partido a un adelanto electoral y que, con las mismas, debería disolver las cámaras para evitar un contraproducente periodo de interinidad.
Algo así de drástico planteó también la portavoz de UPyD en su pregunta a Alfredo Pérez Rubalcaba, de vuelta en el Congreso tras su baja médica por una grave infección urinaria. Díez defendió que este Gobierno ha demostrado ya ser un «freno» para el país y conminó al número dos del Gobierno a convencer a Zapatero de que aproveche las elecciones locales y autonómicas del 22 de mayo para celebrar también las generales.
Quizá suene a 'boutade', pero lo cierto es que esta idea ha estado en el ambiente en las últimas semanas, especialmente, desde que el PSOE tomó la sorprendente decisión de anular el macroacto preelectoral previsto en la emblemática plaza de Vistalegre para el 3 de abril, después de haberlo anunciado.
En el PSOE solo admiten que la idea ha llegado a pasárseles por la cabeza. Pero aquellos que hasta hace unos días rechazaban la opción de Rubalcaba y aplaudían el paso al frente de la ministra Carme Chacón sostienen ahora que lo ideal sería que Zapatero repita; que si decide no hacerlo, espere a diciembre para dejarlo; o que, en su defecto, asuma que todo tendrá que ir deprisa porque un candidato tan conocido por la opinión pública como el vicepresidente primero necesita una campaña corta. «De lo contrario -dice un miembro de la ejecutiva- acabará quemado porque todo un año de exposición es mucho».
Candidato desconocido
En los manuales de estrategia electoral está, según quienes defienden esa tesis, que solo los candidatos poco conocidos requieren campañas prolongadas para darse a conocer. De momento, parece que pocos dudan de que Rubalcaba sea la única solución. Sin embargo, el vicesecretario del PSOE, José Blanco, ha dejado caer, siempre que ha tenido ocasión, que todas las quinielas sobre la sucesión están equivocadas. Él fue, de hecho, el primero que advirtió de que Rubalcaba era solo una «liebre». Y luego José Bono añadiría lo de «liebre eléctrica».
En algunos círculos del partido se habla del joven candidato a la Presidencia de Castilla y León, Óscar López, como el posible tapado. Su nombre sonó ya para la secretaría de Organización el pasado octubre, cuando Zapatero optó por aprovechar la remodelación del Gobierno para sacar a Leire Pajín del la dirección del partido. Fue durante varios años la mano derecha de Blanco cuando ocupó el mismo cargo. Finalmente, su nombramiento se frustró y el jefe del Ejecutivo optó por Marcelino Iglesias.
Sea como fuere, la mención de un adelanto electoral por parte de la exsocialista Díez, provocó un intenso murmullo en la bancada del PSOE que Bono se vio obligado a acallar. «No deben sustituir al vicepresidente primero», reprendió con sorna. El susodicho nada dijo y se fue por los cerros de Úbeda, como antes había hecho Zapatero después de que el líder de la oposición le advirtiera de que llevar la legislatura a término es una traba para la recuperación económica y la creación de empleo y le instó a decidir «cuánto tiempo más vamos a seguir perdiendo en España» por su afán de seguir en el poder.