¿Por qué Libia ha acabado peor?
A diferencia de Túnez y Egipto, el país ha visto cómo una revolución se convierte en guerra civil por culpa del régimen totalitario de Gadafi
Actualizado: GuardarTodos tenían el mismo punto de partida: un dictador, una crisis social y económica y un país sin libertades. Y las revoluciones han comenzado, aparentemente, de la misma manera, con una población joven que, espontáneamente, decide salir a la calle de forma masiva a pedir cambios democráticos. Pero no todos han acabado igual. Las razones por las que Túnez y Egipto se encuentran inmersos en un proceso de transición más o menos avanzado tras conseguir derrocar a sus líderes, mientras que Libia vive una guerra civil y, desde ayer, una intervención militar extranjera, son abundantes.
Quizás el primer factor sea la propia personalidad de Muamar Gadafi, uno de los mandatarios más excéntricos del planeta, que ha creado un régimen totalitario a su imagen y semejanza y no ha tenido ningún tipo de reparo en utilizar la violencia contra su propio pueblo. En sus discursos, a medio camino entre lo delirante y lo terrorífico, el sátrapa ha dejado claro que luchará «hasta la última gota de sangre», y que si tiene que irse, lo hará matando. Las cifras demuestran que la amenaza iba en serio. En Túnez, un país que tiene una población parecida a la libia -unos 6 millones de habitantes- murieron unas 200 personas en la represión de las protestas. En Egipto, con más de 80 millones de ciudadanos, fueron unos 350 los que perecieron durante las revueltas. En Libia los muertos se cuentan ya por miles.
Hosni Mubarak y Zine el Abidine Ben Alí trataron de acallar a los manifestantes proponiendo cambios en el Gobierno, y tardaron en darse cuenta de que el problema no eran los ministros, sino ellos mismos. Pero finalmente sucumbieron a la presión del pueblo y de sus aliados -Francia de Túnez y EE UU de Egipto-, pusieron la estabilidad del país (y la suya propia) por delante y abandonaron la presidencia, otra diferencia más con Libia. Gadafi también tiene aliados pero, en su caso, en lugar de aconsejarle una retirada a tiempo, han arremetido contra los enemigos de Trípoli. El presidente venezolano, Hugo Chávez, o el sempiterno líder cubano Fidel Castro se han apresurado a denunciar una posible intervención extranjera en Libia de su archienemigo «imperialista» Estados Unidos, mientras que han guardado silencio ante los bombardeos indiscriminados de Gadafi sobre la población.
En tercer lugar, el papel que ha jugado el Ejército también es importante. Mientras que las Fuerzas Armadas tunecinas y egipcias se negaron a disparar contra sus ciudadanos, en Libia, los militares no han dudado en seguir las instrucciones de Gadafi y bombardear a los rebeldes. Es cierto que una parte importante del Ejército ha desertado, y hay testimonios de que muchos de los que se negaron a atacar a los libios fueron ejecutados. Además, el dictador ha alimentado sus filas con mercenarios, que no entienden de revoluciones, derechos humanos o nacionalismo.
Sin partidos políticos
El Ejército libio ya era una institución debilitada a propósito por el Guía de la Revolución, que nunca confió en la fidelidad de los militares. Mientras que las fuerzas armadas de sus vecinos habían recibido entrenamiento de potencias internacionales y mantenían una estructura profesional, el Ejército libio se encontraba mucho más aislado. «El nacionalismo, el profesionalismo o los contactos militares con Occidente» no han evitado males como la corrupción en las Fuerzas Armadas egipcias y tunecinas, opina el analista estadounidense y exmilitar Austin Bay, «pero sí ayudan a explicar por qué estas instituciones rechazaron disparar contra las manifestaciones masivas de su propio pueblo».