El Pipa y los críticos flamencos
En su estreno en el Villamarta se mostró seguro de lo que iba a representar
JEREZ. Actualizado: GuardarEn mis años de estudiante y ante los frecuentes suspensos que me daban, alguien me aconsejó que debía de estudiar para aprobar, es decir, preparar los exámenes al gusto de mis examinadores. Tras aquel sabio consejo me dediqué a observar cuál eran los gustos de mis profesores, anotando sus preferencias en las materias, subrayando los datos que dictaban con énfasis al impartir las asignaturas, para luego calcárselos en el examen. A partir de poner en práctica aquella acertada táctica comencé a aprobar sin dificultad.
Después de dejar en el olvido su época rosa y azul, el genial pintor Pablo Picasso decía: «¡Los críticos no tienen ni idea, ahora les pinto cuatro garabatos y se vuelven locos!». Igualmente lo sentenció el gran cantaor Fernando Fernández Monje, 'Terremoto de Jerez': «¡Ahora las peñas también quieren saber...!».
Conocimiento
Por lo que vengo leyendo en las páginas de éste y otros periódicos, la mayoría de los críticos valoran el arte bajo el subjetivo caleidoscopio de sus gustos. Digo la mayoría, porque son escasos los que lo hacen a través del objetivo prisma del conocimiento, las experiencias y vivencias tenidas en este complejo y diverso mundo del que está compuesto el arte flamenco. Apoyándome en lo expuesto me atrevo a decir que cualquiera no está cualificado para ser crítico de flamenco. En realidad, ¿quién está capacitado para valorar en su justa medida la dimensión artística de un bailaor? El día de la inauguración del Festival de Jerez en el Teatro Villamarta, vimos a un Antonio 'El Pipa' seguro de lo que traía y venía a representar, cosa que hizo con sobrada dignidad y entrega, desarrollando con solvencia todos los campos de la escenificación. En sus diferentes coreografías demostró con creces el nivel artístico que tiene en la actualidad; no en vano, son muchos los años que lleva en la profesión los que, dada su gran afición y su incuestionable capacidad de trabajo, le han llevado a poner en escena un más que digno espectáculo, cuyo nivel es equiparable a cualquiera de los otros que puedan o hayan podido representarse en el teatro Villamarta.
Ya desde el principio nos gustó la idea, la que con su curso vimos cómo fue siendo desarrollada y llevada a cabo con un estudiado proceso en el que forzosamente han tenido que haber abundado los ensayos o, lo que es lo mismo, muchos días de sudor en el estudio, llevando a la práctica lo que durante tantas noches se había creado y soñado plasmar en los escenarios. Pero a juzgar por la crítica nada ha valido ni merecido la pena. Desde ahora nuestro admirado artista tendrá que hacer como hacía el que esto escribe para que no lo suspendieran: observar o preguntarle a los críticos cuáles son sus gustos o, quizá, quién sabe, enviarles un sobre, como otrora hacían los toreros con los críticos.
Sabiduría
A los que llevamos más de 40 años escuchando y viendo flamenco del bueno, nos sorprende el grado de 'sabiduría' del que hacen alarde los críticos en sus columnas, en las que, tal si fueran tesis de flamencología, llevan al Olimpo del arte a una bailaora japonesa, que simultáneamente denostan y tiran por tierra el celoso trabajo de un artista ampliamente laureado en escenarios de medio mundo.
Ya desde el comienzo del espectáculo, 'Danzacalí' nos pareció no solo una bonita idea, sino también una idílica forma de rememorar el danzar de los gitanos, cuyo autor y coreógrafo llevó a la escena con lujo de detalles y que el público que abarrotaba el Villamarta -se agotaron las entradas- supo valorar aplaudiéndolo con entusiasmo.
Interpretación artística
Bien es verdad que, aunque tuvo momentos cumbres, también hubo otros deslavazados por una falta de coordinación coreográfica -frecuente en los estrenos- pero que no por ello dejó de brillar la interpretación artística en la mayoría de las escenas. Lo expresamos así de horizontal y claro porque en ésta ocasión, sin duda, El Pipa se ha sabido rodear de unos excelentes artistas cuyo nivel interpretativo estuvo más que a la altura de las circunstancias.
No podemos por ello dejar de resaltar aquí el magnífico trabajo de los guitarristas Juan José Alba y Francisco Javier Ibáñez, responsables de la parte musical, como también la del cantaor Joaquín Flores, quien asumió con decencia todas sus intervenciones. Como también dignísimas la de las dos bailaoras, especialmente la de Juana Maya en sus apariciones bailando por seguiriyas y martinetes. Y qué decir de nuestro paisano. El que cada vez más en artista levantó el teatro cuantas veces quiso, exquisitamente bien vestido, sus sola imagen despertó pasiones, especialmente por tangos en los que acompañado al cante por su tía Juana dio una verdadera lección de cómo se baila ese flamenquísimo palo.
Vestuario
Otro apartado olvidado por los críticos fue el del vestuario: el teatro, la teatralidad, siempre necesitó de él, ya desde la antigua Grecia y Roma no hubo teatro en el que no luciera y se le diera la debida importancia. Sin alardes ni modernidades, el vestuario de 'Danzacalí' puede que haya sido uno de los más bonitos amén de sencillos, y mejores combinados, que se hayan exhibido en este Festival de Jerez.
En este aspecto, los diferentes trajes y vestidos, cuerpos y faldas, unos con otros perfectamente combinados en sus mismas gamas de colores pero en distintas tonalidades de ricos y suaves tejidos, contribuyeron a la estética de las bailaoras y dieron una gran armonía y esplendor al baile en todas sus escenas.
Es por lo que lamentamos que los críticos con su falta de sensibilidad, bisoñez o conocimientos, hayan visto el vaso medio vacío, mientras que el público lo viera medio lleno.