La hija de Julio Pardo interrumpió su estancia en Japón para asistir al pregón de Carnaval. Ayer a su llegada a Cádiz. :: F.JIMÉNEZ
MARÍA pARDO

«Mi familia estaba preocupada y yo tenía claro que me volvía de Japón»

La bailaora María Pardo, hija del corista, llegó ayer a Cádiz tras vivir muy de cerca la catástrofe natural que azota al territorio nipón

CÁDIZ. Actualizado: Guardar
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María Pardo ya está a salvo, en casa. Atrás dejó un país hecho trizas por los terremotos y el terrible tsunami que han acabado con las vidas de miles de personas. A muchos kilómetros se encuentra ya el riesgo de contaminación nuclear por las fugas radioactivas que amenazan las vidas de millones de japoneses. Un país en jaque y una sociedad conmocionada en la que se vio inmersa la hija de Julio Pardo. María, de 21 años, no llevaba ni un día en el país nipón cuando éste fue azotado por la catástrofe natural más grave de su historia.

«No me lo pensé dos veces y actué bastante rápido. Cuando nos enteramos del terremoto me metí en internet y compré el primer vuelo de vuelta a España». La joven tenía un contrato de trabajo como bailaora en Parque España, un complejo de espectáculos de teatro y baile flamenco ubicado en una población cercana a Osaka, que se encuentra al sur del país, en una zona bastante alejada del epicentro del terremoto. «Allí no se sintió apenas nada. Pero enseguida recibí un montón de llamadas de mi familia y mis amigos para saber cómo estaba».

María llegó ayer en el Alvia de las ocho y media a Cádiz tras ocho horas de vuelo hacia Madrid donde la recibió su padre. «Ahora que la tengo aquí ya estoy tranquilo, ya respiro. Aunque no hemos dejado de hablar por teléfono, hemos pasado días muy malos. Puede que el terremoto o el tsunami no afectaran pero la nube tóxica nos tenía muy preocupados».

La hija del corista había interrumpido su estancia en Japón para vivir el Carnaval gaditano y asistir al pregón de su padre. «No podía perdérmelo». El 11 de marzo regresó y sólo unas horas después se desató la tragedia. «La gente está preocupada, pero la sensación es muy extraña. Es como si todos tuvieran la conciencia de que no va a pasar nada».

Los organizadores del programa para el que trabaja como bailaora calmaron los ánimos del grupo y les aseguraron que estaba todo controlado. «Nos dijeron que no había peligro, pero a medida que fuimos viendo las noticias, que un volcán entró en erupción, que se esperaban más terremotos... fue creciendo la inquietud. Mi familia estaba muy preocupada y yo ya tenía decidido que volvía a Cádiz». La Embajada de España se puso en contacto con ellos a raiz de la crisis nuclear para tranquilizarles con respecto al consumo de agua, pero también para recomendarles que no fueran a Tokyo.

Otros se quedan

En el lado opuesto de María se encuentra Isabel Read, otra gaditana que prefiere permanecer con su familia en el país nipón pese a que su casa está a solo cuarenta kilómetros de Tokyo. «Nos dicen que está todo controlado, pero tenemos que estar preparados para lo peor». Isabel, chipionera de 37 años, está casada con un norteamericano y es madre de dos niñas. Viven en una base militar cercana a uno de los puntos donde se han registrado niveles de radiación. «El comandante de la base nos reunió para que no cundiera el pánico y nos dijo que era algo sin importancia, similar a lo que pueda producir un microondas». Pero pese a que las réplicas del terremoto se suceden y a que la crisis nuclear sigue amenazante, Isabel no baraja la posibilidad de marcharse. «A no ser que ordenen una evacuación general. Entonces seremos los primeros».