«Estaba tranquilo hasta que mi empresa me ordenó marcharme»
Japón Dos españoles huyeron rápidamente de Sendai, al tiempo que distintos países organizan la evacuación de sus ciudadanos
SENDAI. Actualizado: GuardarMientras Francia y Alemania han recomendado a sus nacionales salir de Japón y EE UU aconseja no viajar a Tokio, España deshoja la margarita de la repatriación. «Si fuera necesario, el Gobierno estaría dispuesto a enviar un avión en coordinación con la Unión Europea», anunció ayer en Damasco la ministra de Exteriores, Trinidad Jiménez. De momento no se ha planteado esa posibilidad porque «los aeropuertos funcionan normalmente» en todo el país salvo en Sendai, desde donde han podido salir seis españoles.
Dos de ellos son Ricardo Duyos y Gorka Fiel, un ingeniero asturiano de 27 años y un estudiante bilbaíno de 26. Hasta el lunes, cuando se largaron a toda prisa, ambos vivían en esta ciudad, capital de la prefectura de Miyagi, que se sitúa a unos 100 kilómetros de la siniestrada planta de Fukushima.
«Estaba tranquilo hasta que mi empresa me ordenó que me marchara rápidamente», explica camino de Kobe, para tomar un avión de vuelta vía Pekín. Duyos, que trabaja para Araca Inc., una empresa americana de tecnología, no tuvo una huida nada fácil porque «no disponíamos de ningún medio de transporte y estaba todo colapsado».
Acompañado de Gorka Fiel, que estudia Telecomunicaciones en la Universidad del País Vasco y cursa un año de intercambio, Ricardo Duyos se queja de la pasividad de la Embajada española, que «no se ha puesto en contacto con nosotros hasta que se ha empezado a evacuar a chinos e indonesios». En el archipiélago nipón residen 1.969 españoles, la mitad en Tokio.
Traslado de embajada
La legación china ha organizado una evacuación en masa en las prefecturas más afectadas por la catástrofe, y en una sorprendente mudanza diplomática, Austria trasladará su Embajada de Tokio a Osaka por los problemas de la radiación. Canadá también ha aconsejado a sus ciudadanos que se mantengan alejados de la central de Fukushima y eviten viajes a Tokio.
La ansiedad se ha disparado en la capital nipona a medida que se acercaba la nube tóxica. Presos del pánico, los tokiotas han invadido las tiendas y supermercados para hacer acopio de víveres, agua, mantas, sacos de dormir, linternas, velas y máscaras. La población está dando muestras de un civismo ejemplar mientras su país se hunde en un cataclismo atómico. Los más afortunados podrán escapar de Japón en aviones o barcos, pero la inmensa mayoría tendrá que permanecer en el archipiélago.
«No importa a dónde vayamos, Japón ya no es seguro», se resigna a la forma más oriental Emi Tahekiko, quien a sus 50 años regenta una tienda de alimentos frente a las sedes oficiales del Gobierno en el centro de Sendai. Paradójicamente, el establecimiento de Tahekiko es uno de los pocos que aún tiene sus vitrinas llenas, pero eso no le consuela en las actuales circunstancias. «Tenemos mucho miedo, pero no podemos hacer nada porque no tenemos dinero para ir al extranjero», se lamenta la tendera. «Aquí es donde nacimos, aquí es donde moriremos», concluye.