Sociedad

LO PEOR ESTÁ LEJOS

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Se ha nublado el país del Sol Naciente y Japón teme un desastre nuclear, del mismo modo, aunque a menor escala doméstica, tenemos en España un desastre económico. Cuando las cosas vienen mal sólo nos queda el consuelo de saber que no pueden ir a peor. La alerta atómica es todavía más alarmante que la alerta económica. Se puede vivir con menos, incluso con muy poco, pero no se puede vivir sin estar vivo.

El Gobierno nipón afirma que es la peor crisis desde el final de la por ahora II Guerra Mundial. Es pronto para saberlo, ya que la Naturaleza siempre nos guarda sorpresas sumamente desagradables, junto a obsequios cotidianos. Le da lo mismo mandarnos el milagro redondo de una naranja, que un rayo que nos parta. «Maravilla de la creación», dijo fray Luis de Granada, que al parecer era una muy buena persona, pero como todos los excelsos místicos, tenía algo de panoli. ¿Quién puede creer en la armonía universal cuando fallan los sistemas de refrigeración?, ¿o cuando empieza a fallar el sistema circulatorio? Estamos diseñados para representar la comedia de la vida durante una corta función que transcurre entre el nacimiento y la «vasta y vaga y necesaria muerte», pero se puede considerar dichoso el ser humano a quien no le hayan amargado la vida.

No es justo creer que estos son los tiempos peores desde el principio de los tiempos y, en medio de la catástrofe escalofriante, se está comparando Hiroshima con el tsunami. Hay una diferencia sustancial: al mar no se le puede echar la culpa. Es un espejo y un testigo. «Lucifer de lo azul», le llamó Lorca, al que no le engañaron nunca ni sus dientes de espuma, ni sus labios de cielo. No debemos establecer comparaciones, ya que lo malo puede añorarse cuando llegue lo peor. ¡Arriba los corazones! Sobre todo los de los japoneses que tratan de evitar su Chernobil. Nuestros desastres tienen responsables más cercanos y podemos señalarles, aunque tampoco sirva de nada.