Las peladuras del átomo
España paga a Francia 60.000 euros al día por los residuos de Vandellós 1, mientras sigue sin encontrar una solución al cementerio nuclear
Actualizado: GuardarDesde que el 22 de septiembre de 1971 el general Franco inaugurara la central nuclear de Santa María de Garoña (la primera, situada en Burgos, pero a unos 50 kilómetros en línea recta de Vitoria) hasta hoy mismo, los reactores en funcionamiento en España (hubo hasta 10) no han cesado de producir energía. Y residuos.
Residuos que, además, se han multiplicado por el cierre de dos centrales: un incendio ocurrido en 1989 en Vandellós I, en Tarragona, obligó a clausurarla en 1994 (posteriormente fue desmantelada); en 2006, tras 38 años de vida, echó la persiana la de José Cabrera (Zorita). La Empresa Nacional de Residuos Radiactivos (Enresa) se vio obligada a trasladar a Francia los desechos nucleares de Vandellós porque no podía almacenarlos. Hasta el 31 de diciembre del año pasado Enresa había pagado 210 millones de euros al país vecino por la custodia de ese material. Desde entonces, abona unos 60.000 euros al día.
El talón de Aquiles de la energía atómica son los residuos, las toneladas de uranio enriquecido que provocan la fusión atómica en el reactor. A falta de una decisión política que designe el lugar donde se levantará el llamado Almacén Temporal Centralizado de Residuos Radiactivos de Alta Altividad (ATC), las propietarias de las centrales han debido dar una solución temporal a su almacenamiento.
Los elementos combustibles se conservan hoy en las propias piscinas de refrigeración construidas en las centrales. Según datos de Enresa, esas piscinas tienen capacidad para almacenar 14.487 elementos.
Piscinas saturadas
Sin embargo, la mayoría, y a pesar de las tareas previstas para aprovechar mejor su espacio (reracking), se saturarán en pocos años: Ascó I en 2012, Ascó II en 2013, Garoña en 2015, Cofrentes en 2019, Vandellós II en 2021...
Trillo, en Guadalalajara, que se llenó en 2003, se vio obligada a construir un Almacén Temporal Individualizado (ATI) para reunir los elementos ya gastados, que irradiarán radiactividad durante miles de años.
El futuro ATC persigue almacenar en seco (bajo bóvedas) del combustible y los residuos de alta actividad vitrificados. Junto a estas bóvedas, se construirán naves de hormigón para acomodar al resto de desechos, de media y baja actividad, que hasta ahora se guardan en El Cabril (Córdoba). Se estima que, cuando sea puesto en marcha, el ATC recibirá durante dos décadas una media de 39 caravanas al año: contenedores (enormes piezas de hormigón y acero) con el combustible gastado de los reactores españoles, además del material que nos devuelva Francia.
En la carrera auspiciada por elMinisterio de Industria para acoger el ATC participan los ayuntamientos de Albalá (Cáceres), Ascó (Tarragona), Congosto de Valdavia (Palencia), Melgar de Arriba y Santervás de Campos (ambos en Valladolid), Villar de Cañas (Cuenca), Yebra (Guadalajara) y Zarra (Valencia).
El ATC es visto en algunas de esas localidades como una última esperanza ante la desertización que acogota a la España rural. «Soy partidario de las energías renovables. Pero aquí nos morimos de hambre y de asco. No tenemos ná... solo viejos hartos de darle vueltas a la tierra», confiaba a V José María Sáiz, alcalde de Villar de Cañas.
El ATC propone una inversión de 700 millones de euros, empleos para 300 personas durante su construcción, un parque tecnológico y empresarial y una asignación anual de 7,8 millones de euros para el pueblo elegido. Ascó parte con ventaja por su experiencia nuclear. Como Zarra, bien colocada, pero en tierra gobernada por el PP. Sin embargo, es difícil que la decisión se tome en las actuales circunstancias.