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La crisis nuclear supera a Japón
El Gobierno pide ayuda exterior para atajar los problemas de la central de Fukushima Algunos países dicen que la situación es más grave de lo que declara el Ejecutivo tras producirse una segunda explosión
SENDAI. Actualizado: GuardarIncapaz de controlar la situación en la central nuclear de Fukushima, donde ayer se registró una segunda explosión, el Gobierno japonés ha pedido ayuda a Estados Unidos para enfriar dos de sus seis reactores, cuyos sistemas eléctricos de refrigeración han fallado y pueden acabar por estallar. Según explicó desde Washington el director de la Comisión Reguladora Nuclear, dos expertos norteamericanos ya se encuentran en Tokio ofreciendo «ayuda técnica».
Desde que el terremoto y el tsunami del viernes dañaran la planta situada en el noreste del país, los científicos están tratando por todos los medios de rebajar su temperatura, ya que al calentarse corren el riesgo de fundirse y provocar una explosión nuclear. Aunque los técnicos lo han intentado por todos los medios, incluyendo desde la liberación de vapores radiactivos a la atmósfera hasta inyecciones directas de agua del mar con ácido bórico, la presión dentro de los reactores continúa subiendo alarmantemente.
Al igual que ocurriera el sábado con el reactor número 1, una concentración de hidrógeno causó ayer una fuerte explosión en el número 3, que hirió a media docena de trabajadores y despertó de nuevo el pánico a una posible fuga radiactiva. También el Ejecutivo volvió a minimizar el estallido e insistió en que no había peligro para la salud, si bien recomendó a los habitantes de las zonas cercanas permanecer en sus casas y no salir al exterior. Y, asimismo como sucede desde que se produjo la catástrofe, los vecinos desconfiaron de las llamadas a la calma. Sobre todo después de que el primer ministro, Naoto Kan, reconociera el domingo que «Japón vive su peor crisis desde la Segunda Guerra Mundial».
Cruz Roja
No hay que olvidar que una explosión similar, que hirió a cuatro empleados y derribó paredes y techos, obligó al Gobierno el sábado a evacuar a 215.000 personas que habitaban en un radio de 20 kilómetros alrededor de la planta de Fukushima. Alojados en 1.350 refugios habilitados en edificios públicos, donde la Cruz Roja les entrega arroz, los desplazados se preguntan cuándo podrán volver a sus hogares y si el Gobierno les dice toda la verdad.
Y es que la visión que da el Ejecutivo nipón dista mucho de los análisis realizados, eso sí, a distancia, por algunas agencias nucleares de otros países. Por ejemplo, la Autoridad de Seguridad Nuclear francesa considera que lo sucedido en la planta Fukushima es más grave de lo que dejan entrever las autoridades del archipiélago asiático. Por su parte, la Agencia Internacional de la Energía Atómica (AIEA), Yukiya Amano, calificó de «improbable» que se produzca en Japón otro desastre como el de Chernóbil. «Existen diferencias entre ambos incidentes, entre ellas de diseño y estructura de las instalaciones», apuntó el científico.
Y el portavoz del Gobierno japonés, Yukio Edano, ha descartado la posibilidad de que se hayan producido importantes fugas. En rueda de prensa, aseguró que media hora después de la explosión el nivel de radiactividad a cinco kilómetros del lugar era similar a la del domingo, por lo que ha descartado una «fuga masiva».
Quienes tampoco lo tienen nada claro son los mandos de la VII flota estadounidense, que ordenaron al portaaviones 'USS Ronald Reagan' alejarse de la costa japonesa al detectar radiactividad. Y eso que la embarcación se encontraba a 160 kilómetros del litoral y que, a su juicio, los niveles de contaminación eran bajos. No obstante, el Pentágono informó de que diecisiete militares que participan en las labores de asistencia han dado positivo a «bajos niveles» de radiactividad.
De todas maneras, lo que parece evidente es el fin de los dos reactores dañados de la central de Fukushima, que tiene cuarenta años de vida y es operada por la compañía Tokyo Electric Power Company. Siempre y cuando no desencadenen una catástrofe nuclear al fundirse completamente, como ya podrían haber empezado a hacerlo, los expertos consideran que habrá que cubrirlos con un sarcófago de cemento para evitar los escapes radiactivos, al igual que ocurrió con la central de Chernóbil tras el siniestro de 1986.
En las últimas horas se han descubierto unos 2.000 cadáveres en las costas orientales de Japón, sobre todo en la castigada prefectura de Migayi. Con pueblos enteros borrados del mapa y miles de vecinos desaparecidos, las autoridades ya dan por hecho que el número final de fallecidos superará los 10.000, aunque hasta ahora se contabilizan unos 4.000.