El combustible crítico de un país sin recursos
SHANGHAI. Actualizado: GuardarLa economía nipona siempre ha tenido que hacer frente a una carencia estructural grave: el archipiélago no cuenta con recursos energéticos suficientes. De hecho, solo es capaz de generar el 16% de sus necesidades a través del carbón que extrae de su territorio, un hecho que tiene dos consecuencias muy negativas. Por un lado, Japón depende sobremanera de sus importaciones de combustibles fósiles, que lo hacen vulnerable a la inestabilidad política en la esfera internacional; por otro, encarecen la factura energética, sobre todo en períodos de crisis en los que se dispara el precio del petróleo, y suponen un lastre para el crecimiento económico.
Para hacer frente a esta carencia estructural, el país del Sol Naciente no ha dudado en abrazar con fuerza la energía nuclear, a pesar de que tiene que importar la mayoría del uranio que utiliza y de haber sido el único territorio que ha sufrido un ataque con armas atómicas. Dos décadas después del bombardeo de Hiroshima y Nagasaki, el primer reactor nuclear comercial comenzó a funcionar. «La energía atómica ayuda a consolidar la viabilidad de la economía nacional a largo plazo», aseguran en la página web del programa de energía nuclear de Japón.
Con ese objetivo, desde 1966 se han sumado a la red otros 54 reactores que, según la Asociación Nuclear Mundial, el mes pasado produjeron en torno al 30% de la electricidad que consumió Japón. Así, no es de extrañar que el apagado de once centrales como consecuencia del seísmo del viernes haya dejado sin suministro a más de cuatro millones de hogares. El archipiélago es ya la tercera potencia mundial en producción de energía atómica, a la que ve como una cura importante para combatir el cambio climático y frenar las emisiones de dióxido de carbono. Según la Agencia Atómica de Japón solo así se logrará cumplir con el ambicioso objetivo del Plan Cool Earth 50, que contempla reducir las emisiones contaminantes en un 54% en 2050 y hasta en un 90% en 2100 (sobre las que producía en el año 2000). Para ello, el peso de la energía nuclear en el total está previsto que crezca hasta el 41% en 2017 y hasta el 50% en 2050. Dos centrales están actualmente en construcción, y Japón planea erigir 12 más.
Primeras críticas
Pero la crisis nuclear desatada por el accidente de la central de Fukushima ya ha provocado escepticismo entre analistas locales que, citados por medios nipones, consideran, a la espera de que se confirme la gravedad del incidente, excesivamente arriesgado continuar con la expansión de la red nuclear, y piden que se cierren algunas de las instalaciones más antiguas, que datan de la década de los setenta.
De hecho, el accidente actual no es el primero. Hace sólo tres años otro temblor provocó fisuras en las torres de refrigeración de la planta de Kurihara por las que escapó material peligroso y que terminaron dañando el núcleo. Un año antes, la central de Kashiwazaki también vertió agua contaminada al mar por culpa de otro temblor. No obstante, el Gobierno calificó estos hechos de «poca gravedad».
No fue así en 2004, cuando cinco trabajadores perdieron la vida en una explosión dentro de las instalaciones de Mihama-3, y la prensa destapó uno de los mayores escándalos del sector al demostrar que las inspecciones no se estaban llevando a cabo correctamente. Este hecho podría ser clave para entender lo sucedido en septiembre de 1999, cuando el país sufrió su peor desastre nuclear: grandes cantidades de uranio de la planta de procesamiento de Tokaimura fueron vertidas al exterior después de que la reacción nuclear en el interior se descontrolara.
Quienes estuvieron cerca recibieron una radiación similar a la que habrían sufrido en caso de explotar una bomba nuclear, 15.000 veces por encima del límite de seguridad. No obstante, las autoridades aseguran que hoy las medidas de seguridad son mucho más exhaustivas, y consideran que no existe «gran peligro» para la población. Japón necesita la energía nuclear para su subsistencia económica, y continuará con su expansión.