En el centro, con el cuadro de Tío José de Paula en plena actuación. :: IMÁGENES CEDIDAS
Jerez

Un ejemplo de matriarca gitana

El de los Montoya es un clan genuinamente jerezano y del barrio de Santiago

JEREZ. Actualizado: Guardar
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Recuerdo cómo, hace años, el maestro Ríos Ruiz hacía una relación de los apellidos de las familias gitanas más significadas de Jerez, enumerando entre ellas a los Montoya. La rama de esta familia es netamente jerezana, no siendo como aquellas otras cuyos ancestros, provenientes de diferentes pueblos y provincias andaluzas, se asentaron en Jerez debido a la prosperidad y el futuro que ofrecía nuestra ciudad, allá por los siglos XVIII y XIX.

Como muchas familias gitanas del barrio de Santiago, los Montoya son personas calladas y humildes que se caracterizan por su nobleza de sentimientos, amor a la familia y respeto a sus mayores. También son personas trabajadoras que dedicaron su vida a las tareas agrícolas, llegando a ser aperadores y manijeros en diferentes fincas y cortijos de Jerez.

También son gente con gracia natural cuya ironía y sorna hizo que alguno de sus componentes sea todavía recordado en el barrio. Tal era el caso de Juan Montoya, hijo de Tía Pepa 'La Chicharrona', de quien se cuentan numerosas anécdotas, por lo general ocurridas en el entorno del campo y las gañanías de las viñas y fincas jerezanas, en las fiestas que se formaban tras las jornadas laborales.

De los primeros Montoya de los que hemos podido tener conocimiento y de cuya descendencia se forman las ramas del árbol genealógico de esta familia de Jerez, distinguiremos primero a Tío Juan José Montoya, quien casó con Tía Momá Vargas y de cuyo matrimonio nacieron Ángel, Jerónima, Teresa, apodada La Pía, Juanillo, como también Ana, que heredó el apodo de su madre y que, aunque viene todos los años a Jerez, reside desde hace 40 en Barcelona.

El Chanca

Segundo, a Tío Luis Montoya, apodado El Chanca, que estuvo casado con Currita Carrasco, hermana del conocido artista flamenco Manuel Gero. De esta rama descienden Manuela, Angelita, Juana, Luis, Currita, Juan y Diego, los que también dedicados a las tareas agrícolas de temporada vivieron en el número 25 de la calle Nueva, llamada la casa nueva.

La tercera rama de esta familia la formó Antonio Montoya, hermano de los dos anteriores, Luis y Juan José. Antonio casó con Josefa Jiménez Carpio, popularmente conocida Tía Pepa 'La Chicharrona'. Este matrimonio tuvo como fruto una numerosa familia: Luisa, Juana, Dolores, Juan, José, apodado El Chicharrón, y Manuela. Todo este clan familiar es genuinamente jerezano y del barrio de Santiago, todos puros y a su vez casados con gitanos, la mayoría del mismo barrio, nacidos en las grandes casas de vecinos que existían en las populares calles Nueva y Cantarería.

Como ya hemos comentado, esta familia vivía y obtenía sus recursos económicos de las faenas agrícolas llevadas a cabo en la campiña jerezana: siembra, castra y recolección... Con el correr de los años una guapa gitanilla miembro de esta familia llamada Manuela Montoya Jiménez conoció y se enamoró de Juan José Zarzana, un apuesto gitanillo pescadero de profesión. Dicha pareja destacaba por su aire y su belleza gitana, por lo que al poco tiempo de entrar en relación decidieron formar su propia familia, de cuyo seno nacieron Pacorrita, Juan José, Antonio y Luis.

Debido a la profesión de pescadero de su marido, Manuela dejó de ir a trabajar al campo, dedicándose por entero a su casa y a la crianza y educación de sus hijos. Pero ocurrió que el destino le tenía reservada una mala jugada y en plena flor de la vida falleció su marido, quedando viuda a la temprana edad de 24 años, frustrándose sus ilusiones y esperanzas. Comenzó desde entonces un largo camino de lucha y también de vicisitudes. Eran los duros años de la posguerra, por lo que tan joven, con cuatro niños chiquitos y sin apenas recursos, tuvo que tirar para adelante sola, teniendo que salir a la calle a trabajar para poder hacer frente a las necesidades de su casa y de sus niños.

Manuela

Es por ello que en esta ocasión, LA VOZ quiere dedicar esta doble página a la familia Montoya y de ella destacar a Momá Manuela, cuya historia vital es un ejemplo para todos aquellos que la han conocido, matriarca de su familia y orgullo de los gitanos de su barrio.

Nació Manuela Montoya el día 24 de noviembre de 1929 en la casa número 25 de la calle Nueva. Con una crianza llena de amor, obtuvo la formación propia de los niños de la época, que era la oral del entorno familiar en el patio de su casa y de las casas de vecinos de su barrio; educación transmitida por el comportamiento de las personas mayores y de las familias de las que estuvo rodeada. De esa escuela de vida fue impregnándose Manuela desde que era muy niña: la moral, el respeto, la igualdad y la honra a sus mayores que vio y sintió en su casa; valores que más tarde al enviudar le valieron para afrontar las dificultades que la vida le puso por delante.

En Manuela no se cumplió el dicho de que las fatigas compartidas son menos fatigas, pues, como decíamos, tuvo que afrontar sola las necesidades que planteaba una casa con cuatro hijos.

Permanentemente de luto -lo guardó durante 20 años- solo salía por las mañanas para ir a la plaza y colaborar en la venta del pescado en los puestos de la familia de su marido. Para volver a su casa y después de darle de comer a los niños y arreglar la casa... marcharse de nuevo a trabajar a la calle a buscar algunas pesetas más con las que procurarle mejor calidad de vida a sus cuatro hijos: ropa, colegios... Cosa que hacía echando horas en las diferentes casas de familias de Jerez, u otras actividades de venta: huevos, flores en los mercadillos o la venta de sábanas y toallas traídas de Portugal, debido a lo cual existen numerosas anécdotas entorno a su personalidad vendedora, siempre a la búsqueda de cualquier negocio que pudiera aportarle mejoras para su casa. Tal es, por ejemplo, la del camión de sillas.

Camión de sillas

Ocurrió que cierto día aparcó en el barrio un camión totalmente cargado de sillas de anea, encargo de un comerciante de muebles de la calle Lealas y que concretamente se llamaba Muebles Eloy. Dado que el comerciante se negó a aceptar la mercancía, el transportista completamente desesperado comentó en el barrio las fatigas que le estaba haciendo pasar el susodicho comerciante, porque le obligaba a tener que regresar a su tierra con la carga de sillas.

Al enterarse Manuela Montoya, se acercó al camionero y una vez conocido el problema, le hizo saber que ella sería capaz de venderle las sillas, con la condición de hacerlo poco a poco. Con la oferta de aquella gitanilla, el camionero vio el cielo abierto. Ni que decir tiene, que después de acordar el precio por unidad, a los pocos minutos ya estaba Manuela vendiendo sillas por el barrio de Santiago. En una casa dejaba dos en otra cuatro, una o las que fueran; lo cierto fue que con la ayuda de sus hijos, que cada uno llevaba una silla a cuestas, al final del día Manuela Montoya había vendido el camión entero.

Esta acusada personalidad de mujer arrojada y con disposiciones para hacerle frente a las dificultades le posibilitó criar y educar a sus hijos matriculándolos en los colegios del barrio y con el tiempo comprarle a cada uno un puesto de pescado con los que pudieran buscarse la vida. Puede decirse por ello que Manuela ha sido una madre ejemplar, orgullo de su barrio y de su familia, a la que sus hijos le deben lo que son y han conseguido en la vida.

Gracias a su vida laboral, en torno a las pescaderías que junto a sus hijos ha tenido en Jerez, Manuela ha podido recrear en su familia aquellas fiestas y reuniones gitanas que vivió en su niñez, organizando las bodas de sus hijos, los bautizos y las primeras comuniones de sus nietos, todos con el sabor gitano del barrio en el que ella se crió: Santiago.

Tío José de Paula

Todavía trabajando en su pescadería hasta los 76 años, Manuela ha disfrutado considerablemente de lo que es reunirse con unas cuantas gitanas familias suyas y amigas de la juventud; llegando con ellas a formar parte del cuadro flamenco de la peña Tío José de Paula, el que, debido a su originalidad, les ha permitido viajar para actuar en numerosos escenarios de España y Francia.

Por sus cualidades y características personales, en el año 1997 fue elegida y distinguida en el programa de televisión 'Senderos de Gloria', en el que se le dio un merecido homenaje por su vida ejemplar, apareciendo rodeada de toda su familia en una imagen entrañable.

En este siglo convulso, en el que el sentido de matriarcado se ha perdido, cuya misión era abogar y mediar entre los suyos, siempre con el fin de la unión familiar, Manuela todavía ejerce como tal, por lo que, rodeada de sus tres hijos, 12 nietos y seis bisnietos, vive llena de amor éste último tercio de su vida.