Carmen Morales, en un programa de televisión. :: R.C.
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Golpe de timón

Carmen Morales da un giro sorprendente a su vida al reconciliarse con su padre y con su exnovio y decidir casarse

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Si como ella misma declaró no hace mucho en estas páginas, «la vida es una montaña rusa que sube y baja», la suya actualmente ha dado un salto de vértigo y ha vuelto a situarla en la cúspide de la felicidad, tras un valle oscuro y prolongado en el que se internó después de la enfermedad y muerte de su madre, Rocío Dúrcal. Ella es Carmen Morales, ayer enemistada con su padre y hoy de nuevo a su lado. Anteayer separada de Luis Guerra y ahora, a los 40, a punto de casarse con él. Está más simpática y accesible que nunca, según esa prensa que la aborda casi a diario en las aceras. «Se la ve feliz y enamoradísima», aseguran sus amigos. «Pero no está embarazada», desmienten rotundamente.

La boda será en principio el 30 de abril, aunque ahora se baraja un posible retraso debido a los compromisos profesionales de la novia, que actualmente representa en teatro 'El galán fantasma', de Calderón de la Barca. El lugar elegido podría ser Ibiza, tal vez una playa, en plena puesta de sol... «Soy una romanticona empedernida», ha confesado alguna vez Camen, en cuya 'dvdteca' ocupan un lugar de honor cintas como 'Pearl Harbour' y 'Los puentes de Madison'. Lo que ya tiene clarísimo es el vestido. Será de Rosa Clará, la misma diseñadora que vistió de novia a su hermana pequeña, Shaila, a la que se siente unidísima: «Digan lo que digan, somos uña y carne». Carmen ya ha estado en el atelier barcelonés de Clará para elegir el modelo. «Va a ser una boda sencilla -advierte-, para los íntimos». Y por lo civil. Ella, madre de un adolescente, se casa por primera vez, pero su novio, Luis, viene de un matrimonio anterior y ya es padre de tres hijos.

Pedida de mano

Irónicamente, tuvo que llegar Guerra para poner paz entre los Morales. «Luis le ha pedido mi mano a mi padre el día de San Valentín, así que todo está fenomenal», explicó una radiante Carmen Morales hace unos días. Luis Guerra, propietario de los 'Holiday Gym', una conocida cadena de gimnasios de Madrid frecuentada por famosos, fue novio de Carmen de 2004 a 2006, una época en la que la relación de ella con su padre era muy buena, y él podría haber sido el principal promotor de la reunión familiar que tuvo lugar a mediados de febrero en casa de Carmen y que ha sentado las bases para un armisticio en esa batalla legal que durante años vienen manteniendo los dos hijos mayores de Junior contra su progenitor por ocultarles, según denuncian, una importante porción de la herencia de Rocío Dúrcal. Un triste desencuentro que ha hecho correr ríos de tinta, ha arrastrado a Junior de plató en plató y le ha llevado a declarar: «Me han demostrado que solo querían a su madre».

Todo ha cambiado de golpe. Ahora, incluso se especula con que Junior podría ser el padrino en la boda de su hija mayor. Sin embargo, lo más probable es que ese papel lo ejerza Christian, el hijo que Carmen tuvo con el empresario Óscar Lozano hace ya quince años. «Soy -ha confesado Carmen- todo lo contrario de lo que dicen las demás madres. Yo soy amiga de mi hijo. Le cuento absolutamente todo lo que pasa por mi cabeza y por mi vida. Y él a mí también. Tenemos una confianza total. Lo tuve con 25, y ya tengo un hombrecito en casa».

Carmen María Guadalupe Dolores (este último nombre lo impuso en la misma pila bautismal su impulsiva madrina, Lola Flores), ya era famosa antes de llegar al mundo y fue una dulce niña que con solo once años y tímida vocecilla interpretaba junto a su hermano 'Sopa de amor', hasta que decidió dejarlo, «al ver que no tenía tiempo ni para jugar». A partir de ahí, Carmen sacó su carácter. Es una mujer simpática y a la vez temperamental, capaz de echar una bronca a los paparazzi que la persiguen y también capaz de metérselos en el bolsillo con un simple guiño. Amiguísima de sus amigas, con las que se suele regalar una sesión de 'spa' una mañana al mes, a Carmen le encanta que le digan que se parece a su madre, «en lo que sea: las manos o la forma de hablar». El día de su boda va a echarla mucho de menos, porque como ella misma asegura, «su ausencia es algo con lo que estoy aprendiendo a vivir, pero que no voy a superar jamás».