Ciudadanos

El flamenco más cañí de Rojas&Rodríguez

El espectáculo del Nuevo Ballet Español hizo un recorrido completo por las formas más populares del baile andaluz

Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

La compañía Rojas y Rodríguez optó por un espectáculo diferente. Un formato que aleja de los registros a los que nos tienen acostumbrados en el festival. La última vez que estuvieron en Villamarta ofrecieron recital de danza con aliños de flamenco, pero ante todo danza española. Ahora se acercan al formato cañí, un 'typical spanish' en toda regla. Había que ir con la sabienda de qué era exactametne lo que iba a ver el público, más que nada para no decepcionarse. El referente al que se han agarrado no fue otro que el de trabajar sobre los tópicos andaluces, recurrir a ropajes propios de fiestas populares y fiestas rocieras.

Antes de comenzar un sentido recuerdo a las víctimas del tsunami japonés. Y a partir de aqui una muestra de tópicos y más tópicos. El entramado argumental resultó válido en la forma, una mirada atrás a una forma de vida, cercana al costumbrismo andaluz.

Un recitado de bailes y cantes, de coreografías, de juegos luminotécnicos para dar fe de una particular historia andaluza. Las corales en grupo fueron la tónica dominante del baile. Ya fuera pasos a dos, a tres, o la totalidad de los bailaores/as, las puestas en escena brillaron por el volumen más que por la densidad coreográfica. El diseño de luces que David Pérez dirigió vistió de intensidad cada una de las diez estampas recogidas en la trama. Un continuo apoyo en el cuerpo de baile no ayudó a disfrutar de los dos protagonistas. Las voces de Davinia Jaén y Sandra Rincón comenzaron por bulerías, voces potentes, que sonaron de más por un exceso en el volumen de los altavoces. Bamberas con paso a tres cortas pero intensas. Los cambios de tercios se sucedían. Desde una clase de ensayo, con vestimenta de lunares dibujada con fandangos de Huelva en la música y recurriendo a los palillos hasta una copla entonada por Davinia, alternando con alegrías homenajeando al desaparecido Terremoto.

Rojas diseñó unas alegrías en soledad en uno de los pocos momentos en los que salió sin nadie y lo descubrimos flamenco. Termiando éste, no acabé de entender bien el porqué de una copla en este tercio. El violín de Raúl Márquez fue el protagonista indiscutible del repertorio musicado, apoyado en las guitarras de Daniel Jurado y Gaspar Rodríguez. Los momentos cañís se sucedían, esta vez con Rojas y Rodríguez al frente. Con faldriquera y sombrero de ala ancha recurrieron a lo que parecían unas sevillanas, que asi lo fueron cuando entraron en escena el resto del cuerpo de baile; uno de los momentos a destacar, con un final bien diseñado y en el que ambos se jactaron de dar rienda suelta al porqué de este tercio.

Otro de los elementos que sobraron en este montaje fue el recuerdo a Gardel y su 'Volver'. Las buenas elecciones del vestuario aportaron una frescura que por momentos faltaba en cada uno de las escenas que iban documentando la historia de la tierra. Mantones rojos, batas de cola y movimientos que llenaban el escenario, a pesar de notar algunas descoordinaciones en el grupo mientras las cantaoras escogieron la toná y la seguiriya para volver a intentar ponernos en el camino. Imperó lo luminoso y lo estético sobre lo flamenco, con desajustes continuos en los movimientos y giros de las bailaoras. Y un elemento musical que sobraba: un 'didgeridoo' vibraba en la sombra, para dar paso a los tanguillos. Rodríguez se encontró a sí mismo y regaló quizás el mejor momento de la noche. Contoneos y muestras de sabiduría. Una retahíla de tangos de Granada y el total de los actuantes sobre las tablas recurrieron las cuevas sacromontanas. Un homenaje a esa parte de la Andalucía profunda, de principos de siglo donde las familias se juntaban para bailar las zambras típicas y tópicas de este barrio.

El final de la obra recurrió a los tanguillos, en tanto que las cantaoras al modo de las viejas, rememoraban la guasa de la época. En este momento, un acierto para bajar el telón y dejar con sabor de boca agradable una obra que pecó de recurrencias tópicas para dar una visión no del todo atractiva de esta etapa del flamenco. Aún así, las figuras principales no cesaron en su empeño de buscar adornos y gestos que mostraran con cierto regusto las vivencias flamencas de una generación.