PAN Y CIRCO

EL PARTIDO DE LA VIDA

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M iles de aficionados llenan el campo y, con su aliento incondicional, ofrecen su apoyo para que todo salga bien. Es el partido de la vida. El rival se atrinchera y no sabemos cómo nos va a terminar atacando. Hay declaraciones previas que invitan al optimismo. Los que conocen de primera mano los entresijos de estos enfrentamientos fratricidas aportan confianza y recuerdan que ha habido otros dobletes y tripletes a lo largo de la historia.

Pero somos conscientes de que es complicado. Esos antecedentes, y las rentas favorables, sabemos que han servido en duelos similares y permiten que todos veamos en el horizonte un gozoso desenlace. Desde el eterno rival, tan acostumbrado a alegrarse de las derrotas, incluso se lanzan mensajes de ánimo y los mejores deseos para el futuro porque los realistas no se olvidan de que nuestro equipo se la juega contra otro extranjero. Dice el presidente del club que ha visto muy buen ambiente y una entereza excelente para afrontar la terrible batalla. Incluso, el que manda, también se sorprende de la excelente predisposición que reina.

Otro buen síntoma, la valentía, los pronósticos previos, la osadía de enfrentarse a un enemigo que, pese a contar con un destructivo arsenal, estamos convencidos de que vamos a vencerle.

Pero surgen problemas, es normal. Este rival es tan traicionero que puede llegar a aprovecharse de nuestro momento de debilidad, de nuestros goles en propia puerta.

Ahora más que nunca hay que insuflar todo el aliento del mundo, pero la gente que tiene a su alrededor está acostumbrada a venirse arriba en las situaciones más adversas. Todo va a salir bien. Remontamos el revés eventual y al final seguimos más vivos y con más fuerza que nunca. El impacto de poder caer nos acojonó, el empate nos reconfortó y la remontada nos hace sentirnos inmensamente felices. Estamos clasificados y volveremos a jugar. Eso seguro.

No te quepa duda, Miki Roqué.