Ciudadanos

Las prisiones gaditanas, destino y castigo para la línea dura de ETA

Los centros de la provincia albergan a más de medio centenar de reclusos; muchos de ellos no dan señales de pasar a la disidencia

CÁDIZ. Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

La política penitenciaria que aplica el Gobierno a los presos de la banda terrorista no es materia de comunicados oficiales ni de discursos políticos. Sin embargo, es un secreto a voces y así se han escrito ríos de tinta sobre la dispersión de los etarras como mecanismo para ir debilitando la organización que, durante años, ha estado muy activa incluso entre rejas.

Así desde que el ministro Pérez Rubalcaba accediera a la cartera de Interior se comenzó a utilizar determinados centros penitenciarios, próximos al País Vasco, como banco de pruebas donde iban trasladando a los presos que se alineaban con la disidencia. Prisiones como Zuera (zaragoza), Villabona (Asturias) o A Lama (Pontevedra) han sido el destino en los últimos años de aquellos que rompían abiertamente con la banda.

En el otro extremo se encuentran los centros penitenciarios de la provincia, situados a centenares de kilómetros del País Vasco. Hasta aquí son traídos aquellos que se niegan a abandonar la línea dura. Así ocurrió recientemente con una de las principales correas de transmisión que ha tenido la banda con sus militantes en presidio. Se trata del abogado Txema Matanzas, condenado por su pertenencia al aparato político de ETA. En enero se ordenó su traslado a Puerto III después de que se comprobara que las señales que había dado de su supuesta repudia de la violencia habían sido falsas. En verano de 2009 le interceptaron una carta en la que se lamentaba de la ruptura de la tregua con el atentado de la T-4. Sin embargo, tras ser trasladado desde Huelva a Salamanca, el abogado de Gestoras Pro Amnistía no se escondió y volvió a participar en las movilizaciones que impulsa la banda dentro de las prisiones. El castigo fue inmediato: fue enviado a la prisión de Puerto III.

Dentro de esta estrategia para ir despojando a ETA de sus miembros, Interior a veces mezcla reclusos que se han declarado contrarios a la banda con aquellos que siguen apostando por la lucha armada. En Botafuegos (Algeciras) hay algunos ejemplos. Allí comparten presidio dos casos opuestos. Gorka García Sertutxa está sentenciado por tratar de asesinar al rey en 1995. En 2009, cuando cumplía pena en la prisión de Huelva, se descubrió un plan para que pudiera fugarse. Probablemente en el mismo módulo de Botafuegos esté Koldo Aparicio Benito, expulsado de la banda cuando en 2004 suscribió una carta en la que expresaba su rechazo a la violencia.