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Gracias a ti, Mercedes, que nos das tanto

La dirección musical y el elenco artístico escogido acabaron por completar un espectáculo sólido, firme y redondo

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Un nuevo estreno en la ciudad del flamenco. La XV edición del Festival de Jerez, a pesar de la crisis, está justificando con nota el cartel de este año. Un año en el que la falta de patrocinadores y las pocas ayudas provocó un recorte, pero, por contra, no se ha notado en las actuaciones. Será que el hambre agudiza el ingenio.

La bailaora jerezana Mercedes Ruiz escogió una vez más su ciudad para hacer entrega de sus inquietudes y de cuáles son sus pensamientos flamencos, sus innovaciones y sus resultados.

Normalmente un estreno conlleva que el espectáculo no esté rodado, que tenga ciertas lagunas en algunas de las partes de la obra. En su nueva creación de nombre 'Perspectivas' hubo algunos inciertos momentos de los que podrían prescindirse, aunque el completo del espectáculo y, sobre todo, su genialidad en la pasarela nos hizo olvidarnos de todo lo demás.

Un molde sencillo, con un elenco artístico y musical sobresaliente. Poco más. Con la imagen de Carmen Amaya presidiendo la caja escénica, Mercedes bailó a ritmo de orquesta una pieza con palillos y basada en la escuela sevillana. Frescura radiante en cada gesto de su cuerpo, en sus brazos, que nos dejaron boquiabiertos y su expresividad corporal que rozaba la perfección. Afinación milimétrica en técnica, su propia búsqueda de lo flamenco emanaba en cada silueta, en cada estampa. El guión se basó en varias escenas. La primera de ella abarcó en toda su dimensión el 3X4. La rama del fandango de principio a fin; de Huelva a Almería y al abandolao, entre tanto, restos de 4X4 y recuerdo a Carbonerillo. La dirección musical, de la mano de Santiago Lara, fue de lo mejor de la noche. Una elaborada y magnífica composición musical abanicada por transiciones estilísticas, que en las voces de David Lagos, Melchora Ortega y Miguel Lavi sonaron a música celestial.

Lagos la invita

Por serrana, Lagos invitó a bailar a Mercedes, que desafió las leyes del flamenco. Vimos aquí a una bailaora que ha crecido mucho. La frescura de su danza, la dulzura de sus ejecuciones intercaladas con una fuerza minimalista abrumadora, con ralentizaciones rítmicas, constituyeron un auténtica dialéctica entre el baile y el cante. La segunda escena secundada por el cante de David Lagos, imprescindible este cantaor en un escenario, volvió a estampar a Mercedes en el proscenio. Ávida de baile, moldeó la bata de cola roja a su antojo despojándose de su peso e invitándola a acompañarla. Al paso de la jerezana, Melchora entonaba soleá apolá en la misma línea, en una de las estampas más flamencas de la noche. Mercedes, en toda su expresión. Madura, discreta y explosiva, jugando con sus hombros a la provocación, girando sus muñecas cual agujas de un reloj que no sabe administrar las horas. Pura belleza. Demasiado tiempo en esta sección del espectáculo junto a la proyección de un 'power point' poco conseguido, restaron algo de protagonismo al montaje. Lagos entonó colombianas con cambio a zambras decoradas por Ruiz. La originalidad en la música dotó al espectáculo de un 'continuum' que nos llevaba de una lado a otro, de un baile a otro sin apenas pestañear. Así las rumbas protagonizaron la secuencia siguiente junto a los tangos, del Piyayo, de Graná, otro recorrido antológico por el cante, para más tarde dejar espacio a la guitarra en las virtuosas manos de los hermanos Lara en un zapateado que dibujó con su baile Mercedes. Milongas, rumbas y tanguillos que Mercedes, indumentada con atuendo varonil efectuó con gracejo y espontaneidad. Sus pies aquí rompieron las tablas, no por su potencia, sino por su virtuosismo. Hasta se cantó y bailó por tanguillos, faceta carnavalesca desconocida para nosotros, en la que fue presentando a su grupo. El final del espectáculo abogó claramente por la sensibilidad y el recuerdo a su trayectoria. Fotos del recuerdo, de sus comienzos y un eterno agradecimiento a la vida, canción que popularizara Joan Báez y que terminaron de emocionar a un teatro dispuesto a reconocer la grandeza de la bailaora Mercedes Ruiz.