Y la diosa del baile suspiró flamenco
Cortas pero explosivas fueron las intervenciones de Manuela Carrasco anoche sobre el escenario del Teatro Villamarta
Actualizado: GuardarNo hay nada más flamenco que bailar con sentimiento. Alejarse de falsos mitos y dejarse llevar por la naturaleza adquirida a lo largo de una carrera llena de vivencias y de momentos, de jarana, todo aderezado por la fuerza que posee Manuela Carrasco, eso sí, innata.
Manuela fue la de siempre, aunque la vimos menos en el escenario que de costumbre. Su sola presencia en la caja escénica ya es señal de que algo puede pasar, algo grande. El teatro se vino abajo tan solo vislumbrar su figura en lo alto de una tablao junto a Enrique el extremeño. Dos movimientos de brazos y dos miradas y ¡ala!, la fiesta en las gradas comenzó.
Y comenzó por fiesta, con un par de desplantes de la sevillana, que animó más aún a los palmeros que pagaron sus entradas para verla desde las butacas. La senda en la que se basa nada tiene que ver con un guión preestablecido. Como si de una reunión se tratara y en un ambiente casero, sus remates no cayeron en la aparente técnica que se acostumbra a tener. ¿Y para qué? A ella no le hace falta. En este montaje se permite licencias flamencas. Escuchar el cante y dejar de ser bailaora para convertirse en Manuela. La argumentación principal de toda la noche fue esta. Esperar al momentito, a que saliera el duende y despertar.
Pero a pesar de ser la diosa del baile y regalarse así misma, pudimos contemplar extremos en torno a todo lo demás.
El programa de mano, poco se parecía a lo que vi. Cambios en la terna de cantaores (Rubio de Pruna), hasta aqui todo normal, sustituciones de uno de los bailaores, pero cuando hay cambios de bulto en el guión original me da que pensar que faltó organización.
En la primera coreografía grupal ya dejaron claro que algo no iba bien. Descordinaciones en los bailes grupales, que aunque no fueron muchos, los pocos que ejecutaron pecaron de incoherencias estéticas. Menos mal que cuando cada bailaor individualizaba su baile todo lo dicho se apagaba en favor de ver estampas y taconeos de calidad, sobre todo en el baile de Carlos Carbonell y del 'Choro'.
El resto del elenco musical a pesar de contribuir de manera magnífica, quedaron relegados a un segundo plano, debido a su posicionamiento en el escenario. Ladeados, esfuerzos había que hacer para verles la cara. Así, poco se apreciaron las guitarras de Joaquín Amador, Manuel de la Luz y El Ñoño, además de la percusión de José Carrasco.
El cuerpo de baile transicionó a Manuela bailando la caña. Individualismo versus grupalidad. Y cambio de tercio para el cante. Fandangos de Huelva, con mesa y rueda de cantes para cada uno de los presentes.
Momento esperado para recuperar de nuevo a Manuela, que por alegrías y muy torera en su vestimenta pinceló un cuadro que con dos dos colores paró el tiempo. Casi sin silencio, un par de remates que supieron a gloria y desapareció.
Por tangos la coral de acompañamiento volvió a la individualidad. 'EL Choro' destapó el frasco de la solera, rozando el efectismo pero llegando a grandes momentos de fuerza expresiva.
Una colaboración especial de La Susi que cantó la vidalita de Marchena no tuvo el efecto esperado. Pasó desapercibida.
Poco tiempo
Esperábamos disfrutar durante más tiempo de Carrasco. Cuando apareció por soleá, entre goyesca y torera, supimos que ahí daría el do de pecho. Sin simulaciones, burlándose de la técnica, pausó sus brazos, sus caderas y volvió a ser ella. Otros dos remates y todo resuelto. Todo lo que dio se basó en interpretar el significado de la soleá. Su significado. A pesar de repetir finales, cumplió el objetivo de dejarnos prendados.
Sus forma de 'no' utilizar el mantón lo dijo todo. Por momentos parecía que el espectáculo no estaba descrito y falto de preparación. Posiblemente así sea, pero el bagaje de la bailaora no necesitó de artificios temporalizados para expulsar una flamenquería propia de una diosa. La corta duración del espectáculo corrobora la posible falta de ensayos del montaje. A pesar de todos los pormenores me quedo con los suspiros de baile que respiró Manuela Carrasco en sus intervenciones.