Un rebelde libio rompe una valla publicitaria con la imagen de Gadafi. :: EFE
MUNDO

El despertar de los países árabes

La ola de libertad que se originó en Túnez presenta sus propias peculiaridades en cada estado

RABAT. Actualizado: Guardar
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Los árabes han conseguido sacudirse de encima el determinismo histórico y, desde principios de año, centenares de miles de jóvenes reescriben en la calle la historia de la región. Pero, aunque todos comparten las mismas ansias de libertad y reforma política, cada país es diferente.

Transición complicada

Lo que nunca se hubiese imaginado Mohamed Buazizi es que con su sacrificio iba a prender la mecha que haría explotar el polvorín que siempre han sido los países árabes. El joven informático en paro, que se ganaba la vida vendiendo verdura con un puesto ambulante, se quemó a lo bonzo en un acto de desesperación que indignó a un país harto de la 'hogra', la humillación por parte de los poderosos. Túnez se echó a la calle y resultó que Zine el Abidine Ben Alí, que llevaba 23 años en el poder gobernando con brazo de acero y que solo se ponía el guante de terciopelo para estrechar la mano de los gobernantes europeos, no lo tenía todo tan bien atado. El Ejército lo abandonó y él y su odiada esposa, Leila Trabelsi, huyeron con nocturnidad llevándose de paso un buen botín.

El Gobierno de transición ha convocado elecciones para la creación de una Asamblea Constituyente el próximo 24 de julio. El partido de Ben Alí, la Reagrupación Constitucional Democrática (RCD), se encuentra en vías de disolución y en los últimos días ha dimitido el primer ministro, Mohamed Ganuchi, un hombre del régimen, y varios ministros.

Estado de emergencia

Hosni Mubarak, que llevaba tres décadas en el poder, intentó quedarse hasta el final y ahora el fiscal general de Egipto le ha prohibido abandonar el país y ha congelado sus bienes y los de sus avariciosos hijos Alaa y Gamal. Desde que abandonó el poder el pasado 11 de febrero tras más de dos semanas de protestas masivas y pacíficas que fueron reprimidas violentamente por las fuerzas de seguridad, el Consejo Superior de las Fuerzas Armadas se ha encargado de conducir la transición democrática del país.

Esta semana ha dimitido el primer ministro, Ahmed Shafiq, impuesto por Mubarak antes de irse en un intento de calmar las protestas. Pero la oposición quiere más reformas y más rápidas y la dimisión de Shafiq ha dado paso a Essam Sharaf, que el viernes acudió a la ya mítica plaza Tahrir, corazón de la revolución, para expresar su fidelidad a los manifestantes.

La gran incógnita

La negativa de Muamar Gadafi a marcharse ha desembocado en una guerra civil. Los rebeldes controlan el este y el régimen se siente fuerte en el oeste y ambos luchan por dominar los estratégicos centros petroleros del país. Parte del ejército ha abandonado al dictador, que no ha dudado en utilizar a mercenarios contra el pueblo, que pelea sin preparación, pero con determinación.

El escenario pos-Gadafi se plantea más complicado en el caso de sus vecinos. Cuatro décadas de poder despótico han dejado a Libia sin oposición organizada y sin instituciones en las que basar una transición pacífica.

Cesiones del régimen

Las protestas estallaron en Argelia prácticamente a la vez que en Túnez, pero, por ahora, no han conseguido ser masivas. Cada convocatoria de manifestaciones se ha topado con un despliegue policial tan fuerte que muchos argelinos han optado por no arriesgarse y quedarse en casa.

Las protestas sí han conseguido, al menos, una cosa: Abdelaziz Buteflika ha levantado el Estado de Emergencia vigente en el país desde hace 19 años. En la práctica, sin embargo, el Gobierno ha seguido prohibiendo las concentraciones que la oposición convoca cada sábado en la plaza Primero de Mayo de Argel y en otras ciudades como Orán.

Las primeras manifestaciones, que fueron acompañadas de varios intentos de suicidio a lo bonzo, protestaban principalmente por el alza de los precios de los productos de primera necesidad, pero poco a poco se han ido tornando en reivindicaciones políticas que exigen la partida de Buteflika, que lleva 12 años en el poder, y la instauración de un sistema más democrático.

Gobierno renovado

En las protestas de Bahréin contra el régimen del rey Hamad bin Isa al-Jalifa se suma un componente sectario. La mayor parte de la población es chií, mientras que la monarquía es suní. Pero las manifestaciones piden, ni más ni menos, lo mismo que el resto de vecinos revolucionarios árabes: reformas democráticas y una Constitución más igualitaria.

Para intentar sofocar las protestas, el rey ha remodelado el Gobierno y ha invitado a la oposición a participar en un diálogo nacional, medida que no ha aplacado a los manifestantes, que quieren que caiga todo el Ejecutivo y se convoquen elecciones.

Modernización del sistema

Yemen ha sido un país al borde del abismo desde su reunificación en 1990, acosado por los rebeldes chiíes en el norte, el movimiento secesionista en el sur y la presencia de Al-Qaida en la Península Arábiga (AQPA). Pero la profunda corrupción del régimen de Alí Abdalá Saleh, que lleva a los mandos del país 32 años, y la falta de libertades en el país es lo que ha acabado con la paciencia de los yemeníes, que exigen su dimisión.

Tras un mes de protestas en las que cientos de miles de personas han salido a la calle, Saleh ha renunciado a un plan de la oposición para que abandone el poder a finales de este año y asegura que no se irá hasta que no acabe su mandato en 2013.

Rumores de cambio

Las manifestaciones convocadas el pasado 20 de febrero en las principales ciudades marroquíes consiguieron sacar a la calle a decenas de miles de personas que pedían una nueva Constitución en la que el rey Mohamed VI reine pero no gobierne, y el fin de la corrupción del Gobierno y el 'majzén', el entorno de asesores del monarca. Las protestas no han conseguido, por ahora, cuajar, pero se rumorea que podría haber cambios en el Gobierno alauí.

Reformas económicas

La presión de la calle ha logrado la dimisión del Gobierno de Samir Rifai, al que el rey Abdalá II le ha encargado acometer «reformas políticas y económicas reales». Para la oposición puede que no sea suficiente y algunos piden ya la transformación del país en una monarquía parlamentaria, donde el rey tenga menos poderes.