Inesperada muerte de Guillermo
El chimpancé macho que llevaba 21 años en el Zoo falleció la madrugada del lunes; Sufrió un fallo agudo de corazón que cogió por sorpresa a los responsables de las instalaciones ya que se encontraba bien
JEREZ. Actualizado: GuardarGuillermo, el chimpancé macho que vivía en el Zoobotánico desde hace exactamente 21 años, murió la pasada madrugada del lunes de una forma sorpresiva por un fallo agudo de corazón. Se trata, sin lugar a dudas, de una enorme pérdida para los cuidadores y todo el equipo de las instalaciones jerezanas, así como los visitantes, ya que nadie se esperaba tan triste desenlace.
«Ha vivido con nosotros 21 de los 33 años con los que contaba, todos los animales que mueren nos causan tristeza, pero si se trata de alguien tan igual a nosotros, parece que la tristeza es mayor si cabe», señalaba ayer la delegada de Medio Ambiente y Sostenibilidad, África Becerra.
En la madrugada del 27 al 28 de febrero, Guillermo se marchó para siempre de una forma tan sencilla y tranquila que causó que el impacto fuese mayor, tal como recalca la edil: «Nadie lo esperaba, no estaba enfermo, hasta el día anterior, saludaba con la misma amabilidad y sobriedad que lo caracterizaba. Sus cuidadores comprobaron que su aspecto y su alimentación eran normales, y otros compañeros del Zoo lo saludaron el domingo sin advertir nada».
El Día de Andalucía, muy temprano, sus cuidadores se lo encontraron aparentemente dormido, avisando al veterinario, pero este únicamente pudo verificar su muerte sin poder hacer nada por él. Una vez practicada la necropsia se comprueba, en primera instancia, que había sufrido un fallo agudo de corazón. Fuentes municipales señalaban, sin embargo, que se espera que en breve, una vez concluidos los análisis pertinentes, se confirmarán oficialmente la causa de la muerte de Guillermo.
Introvertido
Este chimpancé llamaba la atención por tener un carácter muy especial. Era bastante introvertido y mantenía grandes reservas a la hora de regalar su amistad a alguien. Le costaba mucho confiar, en definitiva, debido a las tristes experiencias sufridas en su pasado con los humanos. Incluso a la hora de realizar alguna actividad que hubiese aprendido, «lo hacía a escondidas y nunca mostraba abiertamente interés por algo».
Pasó mucho tiempo hasta que logró superar las taras que suponían su estancia en un recinto cerrado. Fue posible gracias a un tratamiento clínico y de manejo. Los chimpancés son muy sociables, pero en este caso no era así y tardó bastante en participar en juegos y sesiones de aseo. También le costó manipular objetos y acometer actividades como dibujar o partir nueces con piedras, o incluso utilizar varitas para alimentarse de miel. Pero poco a poco fue mejorando en ese aspecto e incrementando notablemente su confianza y su capacidad para relacionarse.
«En el Zoo nos consolamos pensando que le ayudamos a recuperarse y que durante sus últimos años se encontraba sano y feliz con su familia, Lola y Lulú», concluía ayer África Becerra.