Con el perdedor
Lo incomprensible es que los desvelos del logopeda de Jorge le hayan pasado por encima a 'Valor de Ley'
Actualizado: GuardarHay ocasiones en que no hay compañía mejor que la del perdedor, porque hay veredictos que no es precisamente con los mimbres de la Justicia como se tejen y llegan a ser emitidos. Por supuesto lo dicho no va por Muamar el Gadafi, a quien es de esperar que la sentencia que ya le ha impuesto la Historia vengan a ratificarla en breve los hechos con su derrota total en la repugnante guerra civil que ha montado en su defensa. A éste nadie, ni sus 200 vírgenes, querrá acompañarle en la derrota más allá de lo que le duren los petrodólares. O ni siquiera eso.
La cosa va de películas. Un año más, los Oscar acreditan su capacidad de esquivar el acierto, y nos invitan a los espectadores a celebrar con los ignorados por los académicos hollywoodienses nuestro amor por el cine. Que haya arrasado la convencional y previsible 'El discurso del rey', sin más soporte que una buena interpretación (Colin Firth sería un digno sostenedor de la estatuilla, si no se la hubiera birlado a Jeff Bridges), un guión apañado sobre una historia no desprovista de oportunismo y ocurrencia, y una dirección que se limita a no estorbar demasiado, no es sino una confirmación más de que en el vacuo espectáculo del teatro Kodak de Los Ángeles, lo que importa son los modelitos que cuela Valentino o el ahora réprobo Galliano en la alfombra roja. Del cine, propiamente hablando, se trata bastante poco.
No tiene nada de escandaloso que haya perdido 'La red social', aunque resulte bastante más novedosa que el 'plumcake' sobre su esforzada majestad británica, y mucho más atenta a la realidad del común (Facebook viene a ser ahora lo que en 1940 el campo de batalla, ese lugar inhóspito que el buen Jorge nunca pisó). Por su realización y sus intérpretes, no pasa de ser una cosita correcta, interesante, pero posiblemente olvidable.
Tampoco hay que rasgarse las vestiduras por la derrota de 'El cisne negro'. Primero porque Natalie Portman, que fue la que se dejó los 15 kilos y se deja la piel para sostenerla, se ha llevado a casa el trofeo. Y segundo porque el experimento de Aronofsky, con su desgarrada (aunque nada original) metáfora sobre la entrega autodestructiva del artista, resulta en bastantes momentos demasiado confuso y tedioso para deslumbrar a nadie.
Lo realmente incomprensible, desde el punto de vista del arte cinematográfico, es que los desvelos del logopeda de Jorge le hayan pasado por encima a 'Valor de Ley', un western descompensado pero avasallador, con el que los hermanos Coen recobran, de la mano de uno de sus actores infalibles, el estado de gracia que para muchos de sus seguidores habían perdido.
Pero en fin, hace años se llevaron el premio por la muy objetable 'No es país para viejos'. Está visto que ni para escoger en la filmografía de alguien puede uno fiarse del tío Oscar.