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«Defended Tobruk hasta la muerte»

Recibieron de los nazis el mismo insulto del dictador musulmán y resistieron ocho meses el cerco del Afrika Korps La 'ratas' que busca Gadafi eran australianos que lucharon contra Rommel en la II Guerra Mundial

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Cuando Muamar Gadafi pidió a sus partidarios que limpiaran de «ratas» Trípoli, Bengasi y Tobruk estaba evocando, en realidad, un episodio crucial de la II Guerra Mundial que tuvo Libia como trágico escenario. Las órdenes del dictador son las mismas que el alto mando alemán transmitió al comandante de división Erwin Rommel: liquidar a las «ratas que infestan Tobruk», un insulto asumido con orgullo por los 14.000 soldados de la novena división australiana que se atrincheraron en el puerto norteafricano. Con el apoyo de una brigada británica, del decimoctavo regimiento de caballería indio y de una brigada de polacos libres, las tropas de la novena, fueron un quebradero de cabeza para Rommel, una muralla a orillas del Mediterráneo que resistió al cuerpo expedicionario alemán, el Afrika Korps, entre abril y noviembre de 1941.

Esta historia arranca con un telegrama de Winston Churchill al general Archibald Percival Wavell: «Tobruk parece una plaza a defender hasta la muerte sin pensar jamás en retirarse. Celebraría conocer sus intenciones». Tras captar el mensaje, Wavell voló desde El Cairo hasta la fortaleza libia para organizar la defensa. Sin embargo, en el viaje de regreso el avión se estrelló en el desierto. Los ocupantes sobrevivieron, pero ignoraban su posición, así que destruyeron la documentación y permanecieron a la espera hasta entrever las luces de un vehículo. Resultó ser una patrulla amiga, pero se mostró hostil, ya que temía haberse encontrado con alemanes.

'Ellos pararon a los nazis', dice el cartel de una película sobre el asedio de Tobruk. Hitler había enviado al Afrika Korps al norte de África para afianzar la posición del Eje italo-germano, que se estaba desmoronando tras las derrotas del mariscal Graziani frente al Ejército británico del Nilo. En las arenas del desierto libio se enfrentaron tanques alemanes y blindados de Su Graciosa Majestad. «Vamos en busca del Mago/el maravilloso Mago de Oz./Dicen que es un mago de primera,/como jamás hubo dos», cantaban los combatientes australianos en enero y febrero de 1941, cuando se apoderaron de los enclaves italianos de Berdia, Tobruk y Bengasi, al este de Libia.

Unas semanas antes de aquellas conquistas, en plena ofensiva británica contra las fuerzas de Mussolini, Churchill había cablegrafiado a Wavell: «San Mateo, capítulo VII, versículo 7: Pedid y os será dado, buscad y encontraréis, llamad y se os abrirá». El general había respondido: «Santiago, capítulo I, versículo 17: Todo don bueno y perfecto procede de lo alto y nos lo envía el Padre de la Luz, en quien no hay veleidad ni sombra de desvío». Sin embargo, la euforia desapareció con la irrupción de Erwin Rommel, que con su dominio del combate de blindados transformó los avances británicos en repliegues. En abril de 1941, al Reino Unido solo le quedaba Tobruk, la fortaleza conservaba su valor estratégico porque entorpecía el avance de los alemanes hacia Suez, al servir de base para hostigarles.

Durante ocho meses, las 'ratas' australianas hicieron honor al apodo que les puso la propaganda alemana. Resistieron los 'raids' aéreos, el aburrimiento y las pulgas. Los sitiados crearon una medalla al valor en forma de un roedor que estaba hecha con restos de un bombardero alemán derribado.

Cumplida su misión, la guarnición fue reemplazada por tropas de refresco en diciembre de 1941; pero las nuevas 'ratas' no tuvieron la misma suerte. El 20 de junio, el general Klooper comunicó a El Cairo: «La infantería sigue luchando duramente en el perímetro. Me sostengo, pero no sé por cuánto tiempo». Poco después, en una conversación por radio, el general Ritchie le dijo: «Cada día, cada hora de resistencia contribuye a nuestra causa. Todo el Octavo Ejército contempla con admiración su valeroso comportamiento». Tobruk se rindió el 21 de junio.

«El botín fue gigantesco», aseguró Siegfried Westphal, jefe de Estado Mayor de Rommel. La fortaleza era una cueva de Alí Babá que almacenaba repuestos para 30.000 hombres durante tres meses y más de diez millones de litros de gasolina. Aquel año, Churchill había advertido a la Cámara de los Comunes sobre la amenaza que representaba Rommel: «Tenemos enfrente a un gran general».

Tras la pérdida de Tobruk, el teatro de operaciones se desplazó a territorio egipcio. Allí Londres cedió la batuta al general Bernard Law Montgomery. «Obstinado, engreído y vanidoso, Montgomery también poseía los atributos de un gran general», escriben W. Murray y Allain Millet en 'La guerra que había que ganar'. El Afrika Korps fue doblegado en El Alamein en noviembre de 1942. Casi simultáneamente se produjo el desembarco anglonorteamericano en Marruecos y Argelia, y entraron en escena los generales Dwight Eisenhower y George C. Patton.

Patton por el oeste y Montgomery por el este encerraron al Afrika Korps en Túnez, donde cayeron prisioneros 275.000 soldados alemanes e italianos en 1943. Un año después, Rommel figuró entre los implicados en el atentado contra Hitler y fue obligado a suicidarse. La bomba la colocó Claus Von Stauffemberg, que había luchado en Kasserine (Túnez) antes de que los alemanes fueran expulsados del norte de África.

Han pasado 70 años desde aquellos combates, pero EE UU y la UE defienden lo mismo que Churchill y las 'ratas' australianas: el control sobre el petróleo y el dominio del canal de Suez, que hoy está en peligro por las rebeliones populares de Marruecos, Argelia, Túnez, Libia, Egipto y Bahrein, la base de la V Flota norteamericana. «Vamos en busca del Mago / el maravilloso Mago de Oz...».