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«Volvería mañana mismo si me dicen que Gadafi ya se ha ido»
Miles de egipcios que trabajan en tierras libias cruzan a diario la frontera para huir de las revueltas
AL-SALUM (FRONTERA ENTRE LIBIA Y EGIPTO) . Actualizado: Guardar«He venido aquí para hablar con los medios internacionales y decir que las fuerzas de seguridad del este de Libia nos hemos unido a la revolución». El joven Ahmed saca su identificación de Policía de una cazadora con el escudo del Barça mientras la gente le abraza.
Es uno de los pocos libios que se encuentran al otro lado del paso fronterizo de Salum -a 700 kilómetros al oeste de El Cairo- por el que miles de egipcios huyen cada día de la inestabilidad que sufre Libia desde el estallido de la revolución. Filas y filas de furgonetas de transporte colectivo blancas esperan a los recién llegados que cruzan la barrera a pie con todas sus pertenencias a cuestas. Algunas llevan la inscripción de organizaciones como Musulmanes Sin Fronteras (MWB, por sus siglas en inglés) que han fletado los vehículos como ayuda al cerca de millón y medio de trabajadores egipcios empleados en suelo libio.
«Yo volvería mañana mismo si me dicen que Gadafi ya se ha marchado, el trabajo está al otro lado de la frontera, aquí no tenemos nada que hacer, pero solo volveremos si cae», declaran la mayor parte de los hombres a los que se les pregunta sobre sus planes de futuro. Casi todos regresan a un Egipto nuevo, a un nuevo país libre del expresidente Hosni Mubarak, «pero las dos situaciones tienen poco que ver. Mubarak dejó el poder, él era presidente, una figura política. Gadafi es diferente porque además se cree un líder, una especie de padre de la patria y no creo que vaya a marcharse», señala un joven que discute los precios del transporte a su localidad natal situada mil kilómetros al sur. Le piden cien libras egipcias (unos trece euros al cambio), «el mismo precio de siempre, no estamos aprovechando la situación», se defienden los conductores.
Llamadas gratuitas
El Ejército trata de poner orden, pero es complicado. La gente sale nerviosa y los conductores esperan también con nerviosismo que vayan llegando sus clientes para llenar los transportes colectivos. Algunos salen directamente en autobuses. Los mismos vehículos que hasta hace pocas semanas llevaban a turistas extranjeros a ver las pirámides se dedican ahora a repatriar a egipcios del caos libio. Nada más entrar en suelo patrio la compañía telefónica Vodafone mantiene un despliegue de chicos vestidos de color rojo que ofrecen a los recién llegados la posibilidad de contactar con sus hogares de forma gratuita.
«Hasta Bengasi todo está en calma, no hay problema. Los militares que han desertado siguen de uniforme, pero ahora trabajan a favor de la revolución y ya no obedecen las órdenes de Trípoli», señala un trabajador de la construcción que lamenta que «la peor parte de esta revuelta es que nos hemos quedado sin trabajo, hasta que se calme todo no podremos ganar dinero».
«Yo estoy con Gadafi, él nos trajo la prosperidad», dice un joven al ver a un extranjero en el paso fronterizo. «La gente no entiende que la corrupción y todo lo demás es culpa de los que le han rodeado. Es un héroe», señala ante la sorpresa de muchos presentes que le replican a voz en grito. Un militar pone fin a las discusiones y empuja a la gente a una zona alejada de la principal zona de paso. El sol acaba de esconderse y el tránsito no cesa. Salum vive días frenéticos.