«Debajo del uniforme de Tejero había una persona»
El actor portuense interpreta al coronel que asaltó el Congreso en '23-F', la película sobre el golpe que se estrena hoy Paco Tous Actor
Actualizado: GuardarLas imágenes originales tienen mucho de cinematográficas. A peso de verlas todos los años cinco o seis veces los españoles han acabado por identificarlas con un rodaje. Como si los guardias civiles, los diputados, los taquígrafos y hasta el ujier del Congreso participaran en una especie de puesta en escena. Los protagonistas, al fin y al cabo, son muy personajes: el presidente noble, el abuelo valiente, el oficial bigotudo... Tejero se lleva la palma. El coronel aspira al esperpento. Nació para la parodia, con esa marcialidad torpe y mal ensayada, el ademán cuartelero, los botones de la chaqueta apretándole la tripa. Una caricatura chusca, simple pero peligrosa, que podría mirarnos ahora desde los sellos, las plazas y las monedas si no fuera porque el asunto le salió rana.
Paco Tous, el actor portuense («nacido accidentalmente en Sevilla») se sabe de memoria 'la coreografía' del asalto al Congreso. En '23-F', la película de Chema de la Peña que llega hoy a los cines, reproduce al dedillo cada paso de Tejero, interpreta -desde su propia intuición- cada gesto, la forma en que sube las escaleras del hemiciclo, pistola en mano, intentando aparentar tranquilidad; el cara a cara con Gutiérrez Mellado, en la tribuna de oradores; la manera, un tanto bochornosa, en que se enfrenta a la serenidad desafiante de Suárez. A Tous le ha tocado dotar de vida a un tipo que, de por sí, ya rozaba el cliché. Un doble reto para uno de los papeles más importante de su carrera.
-¿Cuántas veces ha visto las imágenes del asalto al Congreso?
-Por lo menos mil. (Se ríe).
-¿Y cuántas veces ha gritado eso de '¡Quieto todo el mundo!'?
-Otras tantas.
-¿Quería memorizar cada segundo de la escena?
-Sí, pero no con la intención de 'copiar' la intervención de Tejero. El asalto al Congreso es una coreografía, y el director quería que nos la supiéramos bien, que fuéramos fieles a lo que sucedió, pero también que interpretáramos a los personajes, no que los imitáramos. En el caso de Tejero, por ejemplo, hay una aparente tranquilidad que no deja de ser eso, 'aparente', porque en el fondo es alguien que no está en su sitio, que se siente fuera de lugar, incómodo, en corral ajeno. Es una naturalidad fingida. Yo tenía la libertad para recrear a Tejero jugando con estos matices.
Sin juicios de valor
-Todos los españoles han visto esa 'coreografía', como usted dice, un puñado de veces. Va a ser imposible que no se le compare.
-Aún así lo tengo más fácil que los compañeros que interpretan a Suárez o al Rey, porque al fin y al cabo lo que se conoce de Tejero son esas imágenes. Por lo demás, yo a lo que he querido ajustarme es a los 'valores' de la persona, a su 'carácter', a su percepción de la realidad. Y, por suerte, como decimos los actores, eso venía escrito. Es decir, en el guion, a través de determinadas escenas con Armada o Suárez, queda claro cómo era Antonio Tejero.
-¿Y cómo era?
-Obcecado, con unas ideas muy firmes y un sentido de lo que él creía que era su deber muy acentuado, independientemente de que se equivocara haciendo lo que hizo, siempre desde nuestro punto de vista, no desde el suyo. Y, por otra parte, al menos en el asalto al Congreso, también se mostró más nervioso e inseguro de que lo que puede parecer a primera vista. No podemos olvidar que bajo el uniforme de Tejero hay una persona. Cuando empecé a documentarme en internet solo me topé con defensores a ultranza y detractores radicales, como es lógico. Yo necesitaba algo más, y por eso me puse en contacto con su hijo, que es cura y que siente una devoción absoluta por su padre. Solo pretendía eso, humanizarlo, buscar lo que había detrás del uniforme. Sin juzgarlo (como actor) y sin dejar que me ganaran los juicios de valor. Como persona, no puedo estar más en desacuerdo con lo que hizo, claro.
-¿No teme, aunque sea un poco, que el público reaccione como con la interpretación del Rey de Juanjo Puigcorbé? Parece que en España no estamos tan acostumbrados a la recreación de personajes históricos recientes como en Estados Unidos o Inglaterra...
-Espero que no, porque yo no me he agarrado a ningún tic, ni siquiera imito su voz... Es cierto que en España hay menos tradición a la hora de hacer este tipo de películas, y que solo últimamente se han hecho algunas miniseries para televisión, pero no creo que haya que tener ningún miedo a abrirle las puertas a este género. La ficción, presentada de esta forma, motiva la reflexión, y eso siempre es sano.
-¿Qué sintió la primera vez que se colocó el tricornio, se ajustó la guerrera y cogió la pistola para entrar en el Congreso?
-Justo antes de saltar al hemiciclo, con todos los figurantes ya preparados en los escaños y el arma en la mano, escuché: 'Motor, se rueda', y es cierto que tuve un segundo de bloqueo, un 'flash' de conciencia que me llevó a pensar: 'Esto no está bien'. Incluso dentro de la piel de Tejero, Paco Tous se daba cuenta de que ése es el foro del pueblo, el templo de la democracia, y que había algo tremendamente inmoral en el hecho de asaltarlo para imponer cualquier idea por la fuerza. Fue un instante, pero después salí y se acabó. También es verdad que cuando uno se viste de uniforme se produce una reacción casi física. Están hechos para eso. Y en cuanto al tricornio, la verdad es que es de charol y coge mucho polvo. De vez en cuando hay que pasarle un trapito.
-Casi se deja usted los dientes en el Congreso.
-Es que el suelo es de mármol, me resbalé y recorrí tres o cuatro metros rodando. Di un barrigazo bueno, para qué negarlo. Si a Tejero le hubiera pasado lo mismo, quizá el asalto hubiera terminado antes...
-¿Qué estaba haciendo usted el 23 de febrero de 1981?
-Pues tenía 16 años, estudiaba en el instituto, y allí me planté por si había resistencia por parte de la juventud. Pero, al igual que le pasó a Cercas, sólo me encontré con un par de chavales bastante desorientados, así que me fui con mi novia y esperé a ver qué pasaba tomándome una cerveza con ella. Recuerdo que pensé, mientras lo hacía, que quizá ese gesto de libertad individual tan sencillo sería algo impensable el 24 de febrero.