Los cachorros del coronel
Los ocho hijos de Gadafi han llevado vidas de lujo en las que no escasean los escándalos
Actualizado: GuardarLos dictadores suelen mostrarse más generosos con los caprichos de sus hijos que con los derechos de su pueblo, y Muamar Gadafi no es una excepción. La mano dura se le ablanda cuando se trata de su prole oficial, siete hombres y una mujer que han vivido sin escatimar gastos: los estudios en el extranjero, los hoteles de lujo y las fiestas con otros cachorros de la élite mundial abundan en sus biografías, que suelen completarse con algún cargo en el organigrama libio. Los ocho hijos -a los que habría que sumar dos adoptivos: Milad, sobrino del coronel, y Hanna, que falleció durante los bombardeos estadounidenses de 1986- presentan perfiles muy variados, entre los que no faltan los personajes singulares. «La familia Gadafi ha generado basura suficiente como para hacer un culebrón libio», se lee en uno de los cables filtrados por Wikileaks, que también destaca cómo el supuesto sucesor, Saif el-Islam, parece «estratégicamente desvinculado» de todos estos escándalos.
Saif el-Islam, el 'Ingeniero Saif', es el hombre que ha dado la cara en televisión estos días, anunciando la posibilidad de que en Libia corran «ríos de sangre». Arquitecto, ingeniero y artista, Saif ha actuado como negociador en varios casos de toma de rehenes por parte de organizaciones islámicas. Aunque estos días aparezca como rostro visible del régimen, siempre ha cultivado una imagen reformista y ha negado su presunta condición de sucesor: «Esto no es una granja que se pueda heredar», declaró en una ocasión este aficionado a la caza y la pesca, orgulloso propietario de unos tigres de Bengala que guarda en una finca a las afueras de Trípoli.
Los protagonistas del entretenido culebrón libio son algunos de sus hermanos. Muy particularmente, Hannibal, la oveja negra de la familia, con un hermoso historial de encontronazos con la ley: en 2001, atacó a tres policías italianos con botellas y un extintor; en 2004, le detuvieron cuando recorría los Campos Elíseos en su Porsche a 150 por hora, saltándose semáforos en rojo e incluso circulando en sentido contrario; en 2005, también en París, fue arrestado por atacar a una mujer, destrozar una habitación y sacar una pistola a los guardias de seguridad. Pero, de todas sus tropelías, la que tuvo mayor repercusión la cometió en Suiza, donde él y su mujer fueron acusados de agredir a dos empleados de su servicio doméstico. Con ese sentido de la proporción tan peculiar de algunos gobiernos, Libia reaccionó al arresto boicoteando los productos suizos, retirando los visados a los ciudadanos del país europeo y forzando a compañías como Nestlé a cerrar sus oficinas. El propio coronel Gadafi reclamó que el territorio helvético se repartiese entre Francia, Alemania e Italia.
Striptease en la disco
También lleva buena carrera el otro Saif de la familia, Saif el-Arab, que estudia en Munich. En una de sus salidas nocturnas, la chica que le acompañaba empezó a hacer un striptease para él en la pista de una discoteca, y Saif la emprendió a puñetazos con el portero que intentó echarles del local. Más seria todavía era la investigación por contrabando de armas, centrada en un presunto viaje a París a bordo de un vehículo con placas diplomáticas, en el que Saif habría llevado un rifle de asalto, un revólver y mucha munición. Hace tres semanas, la fiscalía abandonó el caso por «falta de pruebas», aunque el semanario 'Der Spiegel' sostiene que hay testigos de lo ocurrido.
Claro que el hijo más pintoresco del lote es Saadi, el futbolista que llegó a militar en la primera división italiana. Entre 2003 y 2007 pasó por el Perugia, el Udinese y la Sampdoria, pero solo jugó unos minutos en dos partidos. También dio positivo por norandrosterona, aunque culpó a los medicamentos que tomaba para el dolor de espalda. En Italia aún recuerdan que estrelló su yate contra un muelle y que Flavio Briatore le echó una vez del selecto y carísimo club Billionaire, por intentar saltarse la cola del parking. Y, el año pasado, un juez le reclamó el pago de los 392.000 euros que dejó a deber en un hotel de Rapallo, donde se hospedó 40 días con guardaespaldas, chófer, secretarios, entrenador personal y adiestrador de perros. Su peculiar carrera tuvo continuidad en el Al Itthad libio, club que también presidía, lo que le convertía en perpetuo titular: el entrenador solo lo retiraba del campo si él lo ordenaba, que es lo que en Libia se llama un sistema democrático.