30º ANIVERSARIO DEL GOLPE DE ESTADO
«Si alguien les roza, hagan fuego»
El Congreso desvela el acta oficial que recoge lo ocurrido en el hemiciclo durante las casi 18 horas que duró el secuestro del 23-F Tejero ordenó a los guardias disparar a los diputados si intentaban huir durante un apagón
MADRID. Actualizado: GuardarAntonio Tejero dio orden explícita de tirar a matar contra los diputados si alguno intentaba huir. Así lo desvela el acta oficial del Congreso que recoge lo sucedido en las casi 18 horas que el teniente coronel de la Guardia Civil, al frente de unos 200 guardias y oficiales, mantuvo secuestrados entre el 23 y el 24 de febrero de 1981 a los miembros del Gobierno y a los parlamentarios.
Este documento de 35 folios, dado a conocer ayer, detalla momentos de gran tensión y peligro real para los diputados cuando ya no había cámaras de televisión en funcionamiento tras el asalto y los tiros al techo del hemiciclo. Es lo que ocurrió después del «¡Al suelo todo el mundo!» gritado desde la tribuna por el jefe golpista. El informe fue elaborado por los cuatro secretarios de la Mesa el 15 de marzo de 1981, por orden del entonces presidente de la cámara, Landelino Lavilla, y en el documento dan fe de sus recuerdos directos, con la ayuda de grabaciones de radio y televisión.
La amenaza más directa se produjo pasadas las nueve de la noche, cuando los asaltantes llevaban unas tres horas en el Congreso y el golpe militar pasaba por sus horas decisivas. Los diputados aún no se habían recuperado de la conmoción y el «grave silencio» que se extendió por el salón de plenos cuando los golpistas sacaron a Adolfo Suárez, al general Manuel Gutiérrez Mellado, Felipe González, Alfonso Guerra y Santiago Carrillo del hemiciclo. La tensión era evidente y miembros de la Mesa, entre ellos el actual presidente de la Cámara, José Bono, advirtieron a la «fuerza ocupante» de que las instalaciones carecían de generador de electricidad y se quedarían a oscuras si se producía un corte de luz. Los diputados pidieron «calma» a los guardias civiles ante tal eventualidad, nada descabellada porque ya se habían registrado leves caídas de tensión, «para evitar consecuencias irreparables».
El acta describe que, «ante la sorpresa y el estupor de todos los presentes», Tejero gritó a su hombres: «Si hubiera un apagón de luz en la puerta (del hemiciclo) en la que están, al recibir un roce en el cuerpo, hagan fuego». Por si no había sido claro, uno de sus oficiales replicó la orden: «¡Pónganse en las puertas y puestos! ¡En las puertas!». Y, dirigiéndose a sus señorías, insistió: «¡Nadie empuje las puertas si se apaga esto porque recibirá fuego!».
El ultimátum dio paso a una de las varias anécdotas estrambóticas de la noche. Tejero ordenó apilar sillas junto a la mesa de las mecanógrafas para prender fuego a la pira si había un apagón. Sus hombres incluso destriparon el tapizado de varias y extrajeron la estopa. La preparación de la pira se suspendió cuando varios parlamentarios, a gritos, advirtieron a los guardias de que se trataba de una locura pues todo el salón es de madera y el suelo estaba alfombrado. La cordura la restablecieron los ujieres cuando media hora después llenaron la mesa de taquígrafos con velones, que por suerte no fueron necesarios.
«¡Disparen contra mí!»
Sobre las 8.50 horas del 24 de febrero, cuando ya era evidente que el golpe había fracasado, muchos diputados empezaron a reclamar a voces su liberación. El episodio, del que es principal protagonista Manuel Fraga, volvió a colocar la tensión al rojo vivo. «¿Puede la Guardia Civil tenernos como a una pandilla de forajidos a tantos hombres indefensos?», interrogó Fraga a Tejero, mientras sus compañeros le secundaron: «¡Muy bien, muy bien!, ¡Viva la democracia!, ¡Viva España!». «En ese momento, se unen a las fuerzas ocupantes que estaban en el hemiciclo alrededor de 40 guardias, que portaban sus armas en posición de hacer uso de ellas. Se escucha, incluso, el chasquido característico de montar las armas», recoge el acta de los secretarios.
Fraga se abre la chaqueta y grita: «Yo ya no aguanto más, disparen contra mí». Íñigo Cavero y Fernando Álvarez de Miranda repiten: «Disparen contra mí». Se produce un tenso diálogo a gritos entre Fraga y los asaltantes, en el que el portavoz de Alianza Popular insiste en marcharse ya con todos los diputados y los guardias replican que se siente y que se calle.
El líder conservador, mientras camina hacia la puerta, le dice a Tejero: «Le hago notar que me ha puesto la mano encima». «¡Las dos!», contesta el teniente coronel. Lavilla trata de serenar los ánimos de los diputados que montan «un gran revuelo» ante los cañones de los subfusiles. Fraga antes de salir aún proclama: «Prefiero morir con honra que vivir con vilipendio». Varios diputados insisten: «¡Vámonos!» Pero el tira y afloja iba a durar todavía otras tres horas más, antes de que Tejero autorizase la salida y los secuestrados pusiesen el pie en la carrera de San Jerónimo.