DONDE LAS CALLES NO TIENEN NOMBRE

TIEMPOS REVUELTOSLO QUE EL VIENTO (Y OTROS) SE LLEVARON

La Junta ha ofrecido a sus empleados de Justicia trabajar horas extra por la tarde; quizá debería haberlo hecho con parados

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Todavía debe haber alguno por ahí con el susto metido en el cuerpo tras el extraordinario vendaval que azotó el miércoles la ciudad cuando nadie lo esperaba. Ni siquiera la Agencia Estatal de Meteorología o Protección Civil, que no habían activado ninguna alerta por fuertes vientos. Al día siguiente, paradójicamente, sí estuvimos en alerta amarilla, aunque ni llovió ni sopló el viento. El tiempo está loco, loco, loco. Mi compañero y amigo Pablo Cosano sostiene que el fenómeno fue un verdadero tornado, y viendo el estado en el que quedaron varias decenas de los árboles del parque González Hontoria, no sería de extrañar. Arrancados de cuajo o con sus troncos partidos por la mitad eran el mejor ejemplo del destrozo que puede ocasionar el viento en cuestión de segundos.

Pero el vendaval, afortunadamente, fue algo aislado y de escasa duración. En los tiempos que corren, en Jerez está haciendo más daño el abandono al que la crisis, la mala gestión o el desinterés han condenado a algunos edificios, calles o símbolos de la ciudad. Hoy podemos citar dos claros ejemplos. ¿Han echado un vistazo a los jardines del complejo de La Atalaya? Desde el jueves se celebra allí una nueva y exitosa edición de la Pasarela Flamenca, que culmina hoy. Las cientos de personas que han acudido al evento o los visitantes que durante el resto del año se enteran de que allí están los museos de relojes y del vino han podido ver a modo de bienvenida unos jardines destrozados, descuidados, con más jaramagos que flores. La viva imagen de una institución decadente, que tuvo años de gloria, sobre todo cuando era propiedad de Rumasa (tan de actualidad estos días), y que en manos de la Fundación Andrés de Ribera ha ido degradándose hasta el punto de que hay continuos retrasos en el pago de los salarios de sus trabajadores. La última vez que se arreglaron los jardines fue el año pasado con motivo de la visita de Don Felipe y Doña Letizia. Desde entonces, nada. Pero es aún más decepcionante lo que está ocurriendo con las obras del Palacio de Congresos de Jerez, ubicadas junto al Hospital y paralizadas desde hace dos años. El proyecto original incluía un hotel, apartamentos turísticos y un centro de negocios y estaba presupuestado en 50 millones de euros. La empresa promotora, Grupo Baremo 80, ya había invertido en estas obras un nada despreciable montante de 21 millones de euros, pero la crisis obligó a paralizar los trabajos en noviembre de 2008. Desde entonces, el edificio, que estaba muy avanzado, ha sido objeto de un saqueo continuado. Algunos listos, esta vez no ha sido el viento, se han llevado todo lo que era posible arrancar -no hay vigilancia y tampoco vallas que impidan el acceso- y han dejado el inmueble en un esqueleto que da pena y asco ver. Las armaduras de hierro están oxidadas, parte de la estructura se está hundiendo, los sótanos están inundados y hay riesgo de desprendimiento en buena parte del edificio. La empresa le ha asegurado a Urbanismo que las obras estaban en «un punto de no retorno» y que su intención es retomarlas cuando encuentren a un inversor interesado en el proyecto. Como si eso fuera tan fácil. Sin embargo, un simple vistazo a esa mole de hormigón que se desmorona día a día junto al costado derecho del Hospital de Jerez hace pensar más que para retomar las obras habría que demoler buena parte sino todo de un edificio que lleva demasiado tiempo olvidado. Iba a ser el gran palacio de congresos de la provincia, iba a ser un referente económico y empresarial y ahora no es más que un montón de piedras y basura. No se me ocurre un paralelismo mejor para describir la espiral de pesadumbre y agonía económica en la que entró esta ciudad al estallar una crisis económica a la que, que quieren que les diga, servidor de momento no le ve el final. Ahí están la Fundación Andrés de Ribera, Urbanos Amarillos, Linesur, Sergesa y el propio Ayuntamiento para recordárnoslo todos los días. Da la sensación de que lo que se están llevando el viento, la crisis, el desinterés y el abandono no regresará jamás. Si no que le pregunten al bueno de José María Ruiz-Mateos.